En Quemado de Güines, allá en Villa Clara, el régimen cubano anda metido en un proyecto que suena bonito en el papel: cultivar langostas con ayuda de Vietnam. Según dicen, la idea es mejorar la «seguridad alimentaria» y de paso ganarse unos pesos con la exportación. Pero, como suele pasar, una cosa es lo que se dice… y otra la realidad del cubano de a pie.
Desde octubre de 2024, este experimento está en marcha con 1,500 langostas criadas en jaulas, todas vivitas y coleando, según reporta la emisora oficialista La Reina Radial del Centro. Dicen que la tasa de supervivencia es del 100%, y que cada langosta está engordando a razón de 120 gramos por mes. Suena prometedor, ¿verdad?
Langosta hay… pero para exportar
La zona elegida para este “langostero” fue la bahía de Filipinas, un sitio lleno de estos crustáceos y perfecto, según los expertos, para el tipo de cría que aprendieron directamente de los vietnamitas. Varios especialistas cubanos viajaron hasta allá para empaparse en el arte de criar langostas en jaulas flotantes.
Rufino Rodríguez Sarduy, quien dirige las operaciones en la Unidad Empresarial Básica Cahamar, explicó que hay seis jaulas con unas 250 langostas cada una. El objetivo, asegura, es seguir expandiendo el número de jaulas y empezar a vender las langostas, que alcanzan los 250 gramos en tiempo récord. “Lo bueno es que hasta en temporada de veda se pueden comercializar”, señaló con entusiasmo.
Ahora bien, si el objetivo es “garantizar seguridad alimentaria”, ¿cómo se justifica que toda la producción esté enfocada en exportar y no en abastecer los mercados locales?
Seguridad alimentaria… ¿para quién?
Rodríguez Sarduy insiste en que el impacto del proyecto será “positivo”, sobre todo porque se podrán generar divisas frescas para la unidad. En otras palabras: más dólares para el Estado, mientras el cubano sigue mirando el mar sin poder saborear ni una croqueta de pescado.
Y no es solo en Villa Clara. En Pinar del Río y Granma, las empresas pesqueras también están enfocadas en exportar langosta, mientras el pueblo sigue enfrentando una escasez tremenda de productos del mar. Hay quien vive a orilla de la costa y ni así puede llevarse un pescado a la boca.
Más exportaciones, más escasez local
En su momento, allá por 2020, el exministro Manuel Sobrino Martínez justificó esta política diciendo que con lo que se recauda de langosta y camarón se compran alimentos básicos para la población. Pero, con los anaqueles vacíos y los precios por las nubes, esa excusa ya suena vacía.
Para colmo, la industria pesquera tampoco la tiene fácil. En 2023, por ejemplo, Pescaisla en la Isla de la Juventud no pudo cumplir su meta de captura de langosta. ¿La culpa? El cambio climático y la migración de las especies hacia aguas más profundas. Lo mismo le pasó a Episur, que se había propuesto capturar 250 toneladas de langosta y terminó rezando para que el mar diera lo que prometió.
El mar es generoso, pero el pueblo no prueba nada
Mientras los funcionarios hacen planes y cuentan langostas como si fueran monedas, la mesa del cubano sigue tan pelá como siempre. El mar rodea la isla, pero cada vez es más raro ver un filete de pescado o un camarón en una carnicería.
Así que sí, Cuba cultiva langostas… pero no para el cubano. Porque mientras la exportación engorda las arcas del Estado, la seguridad alimentaria sigue siendo un cuento con final incierto para quienes tienen que sobrevivir con lo que aparezca.