La realidad en Cuba parece sacada de una película de desastres… pero sin final feliz. En medio de una situación económica que ya era insostenible, la isla fue golpeada en octubre y noviembre de 2024 por una combinación de huracanes y terremotos que terminaron de complicarlo todo. Entre tanta tragedia, este fin de semana llegó una ayuda que al menos representa un pequeño respiro: Bielorrusia donó más de 20 toneladas de insumos médicos y alimentos para los damnificados.
Según informó el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, este donativo fue destinado a las zonas más afectadas por los huracanes Óscar y Rafael, y por los fuertes sismos del pasado noviembre. La carga llegó desde Bielorrusia como gesto de solidaridad. El canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, lo agradeció en su cuenta de X (antes Twitter), destacando el “apoyo solidario del Gobierno y pueblo de Belarús”. Un alivio entre tanto caos… aunque solo sea un parche más en un país lleno de heridas abiertas.
Ahora bien, ¿cómo llegamos a este punto? Octubre y noviembre fueron meses de pesadilla para los cubanos. Primero, el huracán Óscar azotó la provincia de Guantánamo con vientos de más de 130 km/h. Apenas se estaban contando los daños cuando llegó Rafael, un ciclón categoría 3 que arrasó Artemisa y dejó afectaciones en La Habana, Mayabeque y hasta la Isla de la Juventud. Casi un millón de personas quedaron tocadas directa o indirectamente.
Y por si fuera poco, el 17 de noviembre dos terremotos —uno de 6.0 y otro de 6.8— sacudieron el oriente del país. Granma y Santiago de Cuba fueron las más golpeadas, pero los efectos se sintieron por toda la isla: casas agrietadas, edificios colapsados, comunicaciones caídas y un apagón general que dejó al país a oscuras una vez más.
Las cifras son tan frías como tristes: más de 34,000 viviendas dañadas, 37,000 hectáreas de cultivos perdidas y daños severos en servicios esenciales como electricidad, agua y telecomunicaciones. Todo esto se suma a una crisis que ya lleva años haciendo estragos, con apagones eternos, inflación descontrolada, escasez brutal y una migración masiva que parece no tener fin.
La ayuda bielorrusa es solo una entre muchas que han llegado de países aliados, ONGs y organismos internacionales. Pero la pregunta es: ¿hasta cuándo el país dependerá de donaciones para sobrevivir? Porque lo que se necesita no es solo comida o medicinas: se necesita una transformación real, profunda, estructural… y, sobre todo, voluntad política para cambiar las cosas. Y ahí es donde está el verdadero terremoto que nadie se atreve a enfrentar.