Si en Cuba se hablara de “bolas de oro”, seguramente muchos pensarían en un huevo frito. Y no es chiste. El precio del huevo de gallina ha vuelto a romper récords, y en lugares como San José de las Lajas, una sola unidad puede costar hasta 120 pesos cubanos (CUP). Sí, leíste bien: ¡120 pesos por un huevito!
La Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) lo dejó clarito en su último reporte: la disparidad de precios en las distintas provincias cubanas muestra cuán profunda es la crisis económica que nos golpea cada día. Hay zonas donde el precio mínimo ya es un lujo, y ni hablar del máximo.
El huevo se dispara y con él, el costo de la vida
Según la ONEI, en marzo de 2025 el Índice de Precios al Consumidor subió un 1,22 %. ¿Y quién tiene la culpa? Pues nada más y nada menos que el rubro de “Alimentos y bebidas no alcohólicas”, donde el huevo fue el rey del alza, cargando con más del 10 % del aumento total.
Y es que este humilde alimento, que solía salvar comidas, meriendas y cenas, hoy se ha vuelto casi un artículo de lujo. En provincias como Artemisa, cada huevo puede costar hasta 110 pesos; en La Habana, Holguín o Ciego de Ávila se llega a los 100; y en ciudades como Guantánamo, Bayamo y Camagüey ronda los 90 CUP.
Por otro lado, si vas a Santa Clara, Cienfuegos o algunas zonas de la capital, puedes encontrarlo “barato”… a unos 66 o 73 pesos, lo que tampoco es que sea una ganga.
Un desayuno que pesa en el bolsillo
Para una familia promedio en Cuba, comerse un par de huevos al día ya implica un gasto que puede representar una parte considerable del salario mensual. Y eso, sin contar pan, aceite o lo que sea para acompañarlos. El dilema del desayuno se ha convertido en una ecuación económica casi imposible de resolver.
¿Y qué hace el gobierno mientras tanto? Pues el presidente Miguel Díaz-Canel sigue de gira por granjas como la de La Soria, en Mayabeque, donde la producción está dirigida al mercado en dólares. Así mismitico: granjas en territorio cubano, pero cuyos huevos solo se pueden comprar en moneda extranjera.
Importar para sobrevivir (y ni así alcanza)
Como la producción nacional no da ni para empezar, Cuba está importando unos 16,5 millones de huevos al mes desde República Dominicana. Pero ni con eso da abasto. En febrero, por ejemplo, en la tienda de Carlos III en La Habana, los huevos se vendían a 6 MLC (equivalente a 1,800 CUP al cambio de ese momento). Y en la calle, en el mercado informal, el precio subía hasta los 2,600 CUP.
En un país donde el salario medio ronda los 4,000 CUP, pagar semejante cantidad por un cartón de huevos es simplemente insostenible.
La inflación y el hambre se dan la mano
Detrás de estos precios de infarto están la inflación crónica, la escasez de alimentos, los fallos en la distribución, y la dolarización parcial del comercio. Todo eso, sumado al bajo poder adquisitivo de la población, crea un cóctel explosivo donde alimentarse bien ya no es un derecho, sino un reto diario.
Hoy en Cuba, comer huevos todos los días no es señal de rutina, es señal de privilegio. Y lo peor es que no se ve a corto plazo una solución clara. La crisis sigue su curso, mientras los cubanos hacen malabares para poner algo decente en la mesa. Y en medio de todo, el huevo —ese salvavidas de la cocina cubana— se ha convertido en símbolo de la escasez, la desigualdad y el malestar general.
Así estamos: mirando el cartón de huevos como quien mira un tesoro. Porque en este país, hasta freír un huevo ya es un lujo.
