Un aparatoso accidente sacudió la entrada de La Habana este lunes, justo frente al puente de la Avenida Monumental, dejando a un chofer en estado grave y a medio mundo con el corazón en la boca.
El usuario Rafael Socorro, que no pierde un suceso en la página de Facebook «ACCIDENTES BUSES & CAMIONES por más experiencia y menos víctimas!», soltó la primera alarma. El conductor, identificado como José Luis Hernández, fue llevado a toda carrera al salón de operaciones, aunque todavía no se ha dicho a qué hospital.
El camión, que venía cargado de mercancías, quedó hecho un acordeón en su parte delantera. Según comentó Norges Tamayo en el mismo grupo, el vehículo pertenecía a la provincia de Matanzas, lo que añade otra rayita más a la tragedia, pues venía de lejos.
Varias personas que estaban en el grupo «Accidentes Automovilísticos Cuba», como Luis Fajardo Montejo, dejaron caer sus propias teorías sobre el desastre. Se dice que el chofer podría haberse quedado dormido al volante o que, en el peor momento, una goma explotó y el camión terminó chocando de frente contra una valla de concreto.
Las fotos que circulan en las redes sociales ponen los pelos de punta. La cabina quedó irreconocible, convertida en puro hierro retorcido, y la mercancía voló por todo el área verde como si hubiese explotado una piñata.
Hasta ahora, las autoridades cubanas se han quedado calladitas, sin soltar un parte oficial sobre qué fue lo que pasó realmente ni confirmar si hubo más heridos o si otro carro se vio enredado en el accidente.
Este choque llega apenas dos días después de otro susto grande en la isla. El pasado sábado, en el municipio de Río Cauto, en Granma, una rastra perdió el control y armó tremendo desastre, dejando al menos tres personas heridas. Más tarde, Yudelkis Ortiz Barceló, secretaria del Partido Comunista en Granma, aclaró que todo fue culpa de un chofer borracho que ni siquiera era de la provincia.
La combinación de carreteras en mal estado, cansancio y alcohol está convirtiendo los caminos de Cuba en verdaderos campos de batalla. Y mientras tanto, el pueblo sigue poniendo en manos de la suerte cada viaje.