En medio del trajín del Aeropuerto Internacional José Martí, donde entran y salen viajeros como hormigas, la Aduana volvió a meter un jonrón. Esta vez, pillaron a un pasajero que intentó colar cocaína escondida en el doble fondo de una mochila, como quien no quiere las cosas.
Según soltó William Pérez González, vicejefe primero de la Aduana General de la República, el hallazgo fue posible gracias a una revisión bien minuciosa. La mochila parecía inofensiva, pero cuando le metieron mano con calma, ¡pam!, ahí estaba el compartimento falso con la droga bien escondida.
Una red internacional con escala en Cuba
No se trató de un intento aislado. Las autoridades lo catalogan como parte de una operación de tráfico internacional de drogas, en la que también metió mano el Órgano Antidroga del Ministerio del Interior. Aunque todavía no han soltado el nombre del infractor, está claro que el tipo no venía de paseo.
Y si creías que este era el único caso raro, agárrate: los intentos de meter droga a Cuba están subiendo como la espuma, y los métodos que usan los narcos parecen sacados de una serie de Netflix.
Bombillos con «chispa», pañales sospechosos y champú alterado
Hace nada, en los primeros días de abril, detectaron a un individuo que trató de colar metanfetamina dentro de bombillos recargables. En medio de tantos apagones, nadie sospecharía de un cargamento de bombillos… pero la Aduana sí.
Y por si fuera poco, también reventaron otro caso donde pañales desechables traían papeles impregnados con cannabinoide sintético. Todo armado para parecer un envío de cosas de bebé. Pero no contaban con que la seguridad aeroportuaria está al acecho y no se deja engañar tan fácil.
En Varadero, la historia fue parecida: atraparon a otro que traía hachís metido en un pomo de champú. Como quien empaca para la playa, pero con doble intención.
Un mensaje claro: la frontera no está dormida
Las autoridades lo tienen clarito: estas nuevas maniobras apuntan a burlar la seguridad y atrapar a los más jóvenes, un blanco vulnerable para los narcos. Por eso, la estrategia se ha endurecido y los controles se están afinando cada vez más, porque el narcotráfico ya no usa las mismas rutas ni los mismos trucos de antes.
Todo esto ocurre en un contexto complicado. Con la economía hecha trizas y la sociedad tensionada, el crimen organizado ve la oportunidad de colarse. Pero al menos por ahora, los de la Aduana están plantados y con los ojos bien abiertos.
Cuba, con todos sus problemas, no quiere convertirse en puente ni destino para el tráfico de drogas. Y aunque la lucha es dura, lo cierto es que las mochilas dobles y los bombillos adulterados no están pasando tan fácil como pensaban.