Una historia triste y muy cubana ha sacudido las redes en los últimos días. En el municipio de Mayarí, Holguín, una joven llamada Lourdes Elena denunció el cruel asesinato de su gatica… pero lo que comenzó como una súplica de justicia, terminó convirtiéndose en una pesadilla.
La gatica murió, y la dueña ahora enfrenta cargos
Según contó Lourdes, su pequeña gata —una cría que apenas conocía el mundo fuera del apartamento— se escapó por accidente y terminó en la casa de una vecina del edificio. Lo que pasó después suena tan inhumano que cuesta creerlo: la mujer la lanzó desde un tercer piso, y como si no fuera suficiente, le soltaron un perro encima y luego la remataron a golpes.
“Mi gata orinó sangre del maltrato. Y lo peor fue verlos riéndose cuando llegué, como si no hubiera pasado nada”, relató Lourdes en una publicación que ha sido compartida por toda Cuba.
Pero aquí viene el giro amargo: en lugar de recibir apoyo o una investigación seria, la joven fue citada por la policía… y terminó acusada de difamación. ¿La razón? La supuesta agresora, conocida como “la señora Mabel”, se sintió ofendida por la denuncia que Lourdes publicó en redes sociales. Así de surrealista como suena.
De víctima a acusada: la ley que no protege
Lourdes se presentó en la estación de policía con la esperanza de que se abriera un expediente por maltrato animal, algo que debería estar respaldado por la Ley de Bienestar Animal que se aprobó en Cuba en 2021. Pero lo que recibió fue cuatro horas de espera, un careo con los presuntos responsables y, al final, una instrucción de cargos en su contra.
La denuncia fue recogida por la página de Bienestar Animal Cuba (BAC), que viene luchando hace tiempo para que casos como este no pasen desapercibidos. “No puede ser que quienes maltratan salgan ilesos y que los que denuncian acaben criminalizados”, reclamó uno de los activistas del grupo.
La respuesta oficial, en silencio
Lo más doloroso de todo este asunto no es solo la brutalidad hacia una gatica indefensa, sino la indiferencia institucional. A pesar de la existencia de leyes que deberían proteger a los animales, en la práctica no pasa nada. Las denuncias suelen dormirse en algún buró, o peor, se revierten contra quienes tienen el valor de alzar la voz.
Y mientras tanto, la comunidad animalista no se queda de brazos cruzados. En redes sociales se han compartido imágenes, testigos, mensajes de apoyo y llamados a la acción. “Hoy fue esa gatica, mañana puede ser la tuya”, advierten desde BAC, con razón.
¿Hasta cuándo la impunidad?
Este caso ha dolido porque es cercano, porque refleja lo que tantas personas sienten en carne propia: la injusticia, el abuso, el miedo a denunciar. Y porque toca una fibra sensible que no debería ser polémica: el respeto a la vida de los animales.
La lucha no es solo por una gatica que ya no está. Es por el derecho a exigir justicia sin miedo, por leyes que se cumplan de verdad y por una sociedad donde la compasión no sea delito.
