Con el corazón en la mano y los ojos llenos de lágrimas, Heidy Sánchez, una madre cubana de 44 años, relató el momento en que, según dice, fue deportada de Estados Unidos sin su hija de apenas un año, a quien aún amamantaba.
“Me dijeron que llamara a mi esposo, que mi niña se quedaba y yo me iba”, contó entre sollozos desde la casa de un familiar en las afueras de La Habana. “La niña se puso inquieta, nerviosa, pedía leche… pero eso a ellos no les importó”.
Un caso que toca fibras muy sensibles
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) salió al paso de sus declaraciones y aseguró que el procedimiento fue otro. Según explicaron, los padres siempre tienen la opción de llevarse a sus hijos o dejarlos al cuidado de alguien de confianza. “En este caso, la madre dijo que prefería dejar a la niña con un familiar en EE.UU.”, afirmó Tricia McLaughlin, vocera del DHS.
Sin embargo, Sánchez asegura que nunca le ofrecieron esa opción. Dice que fue detenida en una visita rutinaria a la oficina de ICE en Tampa y, sin muchas explicaciones, fue llevada esposada hasta un avión con destino a Cuba. Viajó junto a otras 81 personas, sin pasaporte, sin papeles, y sin entender por qué exactamente la deportaban.
El gobierno estadounidense no ha entregado pruebas que respalden la versión oficial ni que demuestren que Heidy pudo elegir si llevar o no a su hija con ella.
Una separación que la desgarra por dentro
Desde que regresó a Cuba, Heidy no logra conciliar el sueño. A cada rato se quiebra al hablar de su hija, nacida en noviembre de 2023 y ciudadana estadounidense. “Sé que los agentes estaban cumpliendo su trabajo, pero separarme de mi niña así, tan de repente, fue una crueldad”, dijo. “Solo pido que me devuelvan a mi hija, que podamos estar juntas otra vez”.
El caso de Heidy pone en evidencia los cambios drásticos en política migratoria que llegaron con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Bajo la administración anterior, con Joe Biden, los agentes migratorios tenían la obligación de considerar el impacto familiar de una deportación, y se priorizaban los casos de personas con antecedentes criminales. Trump eliminó esa directiva y amplió el espectro de deportación, incluyendo a personas como Heidy, que nunca ha tenido problemas con la justicia.
Un drama personal en medio del caos nacional
Heidy llevaba años viviendo legalmente en EE.UU., bajo una orden de deportación vigente desde 2019. Mientras esperaba una respuesta a su solicitud de residencia por matrimonio con un ciudadano estadounidense de origen cubano, se mantuvo cumpliendo con sus chequeos periódicos con ICE. Hasta que, sin previo aviso, todo cambió.
Ahora está varada en una Cuba golpeada por la escasez, sin medicinas, sin combustible, sin apenas comida. Un país que vive una de las peores crisis de su historia reciente y donde más de un millón de personas —más del 10% de la población— han huido buscando una vida mejor.
Pero para Heidy, la angustia no es solo económica. Lo que más le pesa es tener que decidir entre dos opciones igual de dolorosas: traer a su hija pequeña a una isla en ruinas o seguir separada de ella sin saber por cuánto tiempo.
“Todo el mundo sabe cómo está esto aquí”, dijo con voz quebrada. Y con razón. Porque aunque Florida está a solo 90 millas, hoy madre e hija están más lejos que nunca.
