Ni la infancia se salva del control ideológico en Cuba. En otro episodio de manipulación descarada, el régimen volvió a usar a menores de edad como escudo político para armar un espectáculo frente a la casa del líder opositor José Daniel Ferrer, sede de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) y epicentro, un día antes, de un violento allanamiento que terminó con su detención.
En la mañana del miércoles, el reparto Altamira, en Santiago de Cuba, fue testigo de una escena que ya se ha vuelto demasiado común en la isla: niños uniformados, acompañados de maestros, funcionarios y agentes vestidos de civil, desfilando al ritmo de consignas revolucionarias. Entre gritos de “¡Fidel, Fidel!” y vítores a la “revolución”, los pequeños fueron llevados—sin el permiso de sus padres—para participar en uno de esos actos de repudio que la dictadura organiza con una precisión escalofriante cada vez que alguien se atreve a desafiar su poder.
La activista Ana Belkis Ferrer García, hermana del líder opositor, compartió en redes sociales un video que muestra claramente lo ocurrido. “Marcha comunista frente a sede de UNPACU. Está pasando ahora. Utilizan maestros y estudiantes”, escribió indignada.
Una vieja táctica con cara de abuso
Este tipo de acciones no son cosa nueva. El régimen lleva años perfeccionando el uso de niños en escenografías políticas que nada tienen que ver con educación o formación ciudadana. En diciembre pasado hicieron algo similar frente a la casa de la activista Diasniurka Salcedo Verdecia, y más atrás en el tiempo, hasta metieron a los chiquillos en recreaciones históricas donde Fidel es el protagonista absoluto, sin espacio para el pensamiento crítico.
Lo que se vive en las escuelas cubanas no es educación: es adoctrinamiento con todas sus letras. Museos dedicados a Castro, actividades escolares llenas de consignas y lealtades obligadas al Partido, son parte del menú ideológico al que se enfrentan los estudiantes desde que apenas saben escribir.
Represión, amenazas y chantaje familiar
La marcha infantil no fue una simple coincidencia. Ocurrió apenas unas horas después del operativo violento que terminó con la detención de José Daniel Ferrer, su esposa Nelva Ismaray Ortega Tamayo y su hijo menor de edad. Un despliegue policial sin justificación donde, según denunció la familia, las autoridades amenazaron a Ortega Tamayo con quitarle la custodia del niño si no abandonaba su activismo y trabajo humanitario.
Usar a niños como pantalla mientras se reprime a sus padres es un nivel de bajeza difícil de digerir. Que justo frente a esa casa, donde apenas un día antes se vivió un acto de brutalidad estatal, se organice una marcha de escolares, es una muestra clara de hasta dónde puede llegar el cinismo del régimen cubano.
“No tienen límites morales”, dicen activistas que ven con alarma cómo la dictadura arrastra incluso a los más inocentes para sus fines políticos.
Ferrer: libre por poco tiempo
El caso de Ferrer no es nuevo para la comunidad internacional. Había sido liberado en enero de este año, tras un acuerdo entre el Vaticano y la administración Biden, luego de pasar casi cuatro años tras las rejas. Pero su libertad fue un espejismo: el gobierno lo volvió a encarcelar argumentando que violó las condiciones de su excarcelación por seguir con su activismo.
Desde su sede en Santiago, Ferrer retomó su trabajo comunitario, ayudando con alimentos a personas en situación de vulnerabilidad. Algo tan simple y humano como eso le costó nuevamente la libertad. Desde entonces, la presión sobre él y su familia ha sido constante: vigilancia, detenciones arbitrarias, acoso sistemático.
El hostigamiento no ha pasado desapercibido. Organismos internacionales y el propio gobierno de Estados Unidos han levantado la voz para condenar este nuevo ataque contra Ferrer y los suyos.
Pero en Cuba, esa condena no cambia el panorama inmediato. El régimen sigue sin mostrar el más mínimo respeto por los derechos humanos, ni siquiera cuando se trata de niños.
Y así, mientras el pueblo sobrevive como puede entre apagones, escasez y miedo, el gobierno se entretiene montando espectáculos con niños frente a las casas de los que se atreven a pensar diferente. Porque en la Cuba oficial, el adoctrinamiento comienza desde la escuela… y la represión no tiene edad.
