En un episodio que ha tocado fibras bien sensibles en Tampa y más allá, Heidy Sánchez Tejada, una madre cubana de 44 años, fue deportada a la isla sin poder despedirse de su bebita de un año y su esposo, ciudadano estadounidense. El caso ha desatado indignación, tanto en la comunidad como entre figuras políticas, por la forma en que se manejó todo el proceso.
La congresista demócrata Kathy Castor no se quedó callada y calificó la deportación de “cruel” y “totalmente inaceptable”. En una carta dirigida al expresidente Donald Trump, quien aún era mencionado como figura influyente por sus políticas migratorias, exigió el regreso inmediato de Heidy bajo un parole humanitario. Según Castor, separar a una madre lactante de su hija es una afrenta directa a los valores que supuestamente defiende Estados Unidos.
“Eso fue como una puñalada al corazón”, dijo entre lágrimas la propia Heidy en una entrevista desde La Habana. Contó que en su última cita con inmigración, a la que acudió como siempre con su pequeña en brazos, no le permitieron ni decirle adiós. “Simplemente me la arrancaron de los brazos”, relató, con la voz quebrada.
Detrás de esta deportación hay una historia larga y dolorosa. Heidy cruzó la frontera en 2019 buscando asilo, pero las políticas de “Permanecer en México” de la administración Trump la obligaron a esperar del otro lado. Cuando intentó regresar, ya pesaba sobre ella una orden de deportación por no presentarse a una audiencia, la cual se perdió tras haber sido secuestrada en México, según su abogada Claudia Cañizares.
Fue detenida, estuvo nueve meses encerrada y luego liberada bajo una orden de supervisión. Así vivió, bajo control del ICE, presentándose cada cierto tiempo. En una de esas visitas, la detuvieron sin previo aviso y en 48 horas la mandaron para Cuba.
La niña, fruto de un tratamiento de fertilización in vitro tras años de luchar contra la infertilidad, está ahora en Estados Unidos con su padre, Carlos Yuniel Valle, visiblemente afectada por la separación. “Heidy no para de llorar”, confesó él al Miami Herald. “Le digo que tenemos que aguantar por nuestra hija, pero esto nos está rompiendo por dentro”.
Castor también advirtió que, en las condiciones actuales de Cuba —con la escasez galopante, la falta de medicamentos, alimentos y agua potable—, enviar a una mujer como Heidy es ponerla en una situación de riesgo extremo. “No se puede traficar a una madre a un país donde va a sufrir”, escribió la congresista.
Mientras tanto, la comunidad se ha volcado en apoyo a la familia. Se lanzó una petición para que el USCIS otorgue un parole humanitario, y más de mil personas ya han firmado. Incluso el sábado pasado, activistas y familiares se plantaron frente a un tribunal en Tampa para exigir acciones urgentes a Castor y al senador Rick Scott.
El caso también llegó a oídos de la congresista María Elvira Salazar, quien aprovechó para reiterar su llamado a una reforma migratoria con su propuesta de Ley Dignidad. Aunque, según las normas de la Cámara, no puede intervenir directamente por tratarse de otro distrito.
Heidy, desde La Habana, sigue esperando. “Mi hija es mi vida, es mi todo”, dice en un video compartido en redes. “Me están matando lentamente cada noche que duermo sin ella”.
Esta historia, más allá de cifras y políticas, pone rostro al drama humano detrás de la migración y la deportación, y revela lo que muchos denuncian como un sistema que, en lugar de proteger, sigue rompiendo familias.
