Hay cosas que, por más que uno las vea todos los días, no dejan de doler. Y una de ellas es que un simple pomo de aceite cueste casi lo mismo que la pensión mínima de un jubilado en Cuba. Sí, así como lo lees. Mientras tú estás leyendo esto, hay abuelitos que tienen que escoger entre freír unos platanitos o comprarse las pastillas del mes.
El que lo dijo alto y claro esta vez no fue un “contrarrevolucionario”, ni un influencer exiliado. Fue un periodista oficialista, Boris Luis Alonso Pérez, que se desahogó en el periódico Girón de Matanzas. “¡A 1.400 pesos un pomo de aceite! ¡Cien pesos más y ya le alcanza a la chequera de mi abuela!”, soltó en su artículo. Y sí, eso mismo pensó más de uno cuando leyó la cifra.
El hombre siguió con su catarsis: “¡Lo que gano en la pincha me da para tres envases de grasa de girasol!”. A ese paso, vamos a tener que hacer trueque con aceite como en la Edad Media. Lo peor es que no hay señales de que los precios vayan a bajar, ni que el salario o la pensión vayan a subir.
Y ahí vinieron las preguntas de las que todos huimos, pero que son más necesarias que nunca: “¿Dónde quedó el freno? ¿Qué pasó con los precios topados? ¿Qué sentido tiene seguir hablando de planificación si la economía está haciendo agua por todos lados?”, se preguntó el propio periodista, reflejando el sentir popular.
Alonso no se atrevió a culpar al gobierno directamente —por algo trabaja en prensa estatal—, pero sí le echó la culpa al sector privado y pidió más “intervención estatal”. Como si no supiéramos que la inflación descontrolada no empezó en el cuentapropismo, sino en el desastre estructural que arrastramos hace décadas.
Porque mientras los precios se disparan sin piedad, el cubano de a pie vive al límite. Con salarios que no alcanzan, apagones constantes y una economía que parece sacada de una película de terror, cada visita al agro o a la bodega es una escena de angustia.
Para colmo, el 39% de los jubilados en la isla apenas cobra 1.528 pesos mensuales, según datos oficiales. ¿Y con eso qué se puede hacer? Nada. Ni un pomo de aceite, ni un kilo de leche en polvo, que en algunas partes ya supera los 1.800 pesos. Así estamos.
Y mientras los números suben en los estantes, bajan la esperanza, el ánimo y la dignidad de un pueblo que ha resistido más de lo que debía. ¿Hasta cuándo?