En medio de un apagón de esos que ya se han vuelto parte del paisaje nocturno en Cuba, una mujer en Holguín vivió el susto de su vida… y también el milagro. Gracias a su perra criolla, Katira, logró salir ilesa de lo que pudo haber sido una tragedia.
La historia la contó Liagnett Santana en su perfil de Facebook, donde no solo desahogó su angustia, sino que también quiso hacer conciencia sobre el verdadero valor de los perros callejeros, esos que muchos subestiman por no tener pedigrí, pero que, como Katira, valen oro en lealtad y coraje.
“Mi perra me salvó anoche en apagón”, escribió Liagnett junto a una foto abrazando fuerte a su fiel compañera. Katira, que ya tiene seis años, fue adoptada de cachorra en las candongas del reparto Lenin. Desde entonces, vive dentro de casa, como una más de la familia, y esa decisión, según su dueña, le salvó la vida.
Aquella noche, Liagnett estaba sola, abatida por el cansancio y la tristeza por la salud de su abuela. Con la corriente caída y todo oscuro, se acostó sin trancar ni la puerta ni la reja. En eso, ya cerca de las 9:30 p.m., mientras revisaba el teléfono, Katira salió de debajo de la cama transformada, como dijo su dueña, en una fiera.
Sin dudarlo, la perra se lanzó directo hacia la cocina, ladrando como nunca antes. Fue ahí cuando Liagnett entendió lo que estaba pasando: había un hombre dentro de su casa. El tipo, que se había colado sigilosamente hasta el segundo piso, salió huyendo en medio de los gritos de su víctima y el ataque de la perra, que no lo dejó ni respirar. Los vecinos, alertados por el escándalo, vieron al sujeto huir con una mochila a la espalda.
“Anoche me salvé gracias a una perra criolla que recogí de la calle, pero que siempre ha estado dentro de casa”, escribió después Liagnett, dejando claro que el cariño, la atención y la compañía a estos animales son la clave para que se conviertan en verdaderos protectores del hogar.
La publicación ha tenido un gran eco en redes sociales. Muchos han comentado emocionados, felicitando a Katira por su valentía y a su dueña por darle una oportunidad cuando nadie más lo hizo. También ha servido para recordar otros casos donde perros, incluso callejeros, han actuado como verdaderos guardianes en momentos de peligro.
Desde Cuba hasta Rusia, pasando por cualquier rincón del mundo, hay algo que no cambia: los perros, sean de raza o mestizos, tienen un corazón gigante y un instinto que no falla. Lo de Katira fue más que un ladrido. Fue un acto de amor, puro y sin condiciones.
Y como dicen muchos por ahí: más vale un perro agradecido que mil alarmas electrónicas. ¿Quién se atreve a dudarlo después de esto?