Hay cosas que parecen simples para algunos, pero para otros se vuelven un momento mágico. Y eso fue justo lo que pasó con una abuela cubana de 87 años, recién llegada a España, cuando se topó cara a cara con un langostino por primera vez en su vida. ¿La reacción? No tiene desperdicio y ha hecho reír (y llorar) a medio internet.
Todo quedó registrado gracias a su nieto, el usuario @rumi.bro en TikTok, quien ha ido compartiendo momentos adorables desde que su abuela cruzó el charco para reunirse con él después de años separados. En esta ocasión, la señora observa con cara de asombro el misterioso marisco, sin tener idea de cómo se llama o cómo se come. Y cuando le explican que solo se aprovecha una parte chiquita… suelta una frase que se volvió viral: “¿Y esa colita se bota?”
El nieto, con la paciencia de los buenos, le aclara que sí, que lo sabroso está en ese pedacito que parece nada pero tiene un sabor espectacular. La abuela, con su lógica criolla bien afilada, no entiende cómo se desperdicia tanto. Y no la culpamos: en Cuba, donde nada sobra, eso sería casi un sacrilegio culinario.
Las redes, por supuesto, se derritieron con la ternura del momento. Comentarios como “No puedo con ella, es lo más bonito que he visto” o “La lógica de la abuela jejeje” inundaron TikTok e Instagram. Muchos usuarios confesaron que la escena les recordó a sus propios abuelos y a las emociones de tantos migrantes cubanos que, al salir de la isla, descubren un mundo que parece de fantasía.
Este video no es el primero en emocionar. Ya antes la abuela había protagonizado otros momentos virales: como su sorpresa al entrar por primera vez a un supermercado en España, o cuando probó un cono de helado y preguntó si el envoltorio también se comía. Cada clip es una joya que mezcla dulzura, asombro y una pizca de nostalgia.
Pero más allá de la risa, estos videos también hacen pensar. ¿Cómo puede ser que una señora de 87 años, que vivió toda su vida en una isla rodeada de mar, nunca haya visto un langostino? La respuesta está en la dura realidad de Cuba, donde el marisco, aunque abunda en las aguas, casi nunca llega al plato de la gente común. Mientras se exportan langostas y camarones para traer divisas, la mayoría de los cubanos solo los ven en fotos… o en sueños.
Y es que el acceso a productos del mar en la isla es tan limitado, que muchos deben recurrir al mercado negro o conformarse con lo que haya. Incluso en zonas costeras, el pescado escasea. Hay quien lo resume con crudeza: “Vivo en una isla y no tengo ni pescado ni sal”.
Así que, cuando esta abuela pregunta con ingenuidad si se bota la colita del langostino, no solo provoca ternura: también deja al descubierto, sin proponérselo, toda una vida marcada por la escasez. Su reacción es una especie de denuncia silenciosa. Un recordatorio de lo que muchos nunca han tenido, y de lo que aún falta por cambiar.
