La Habana amaneció este 6 de mayo con un nuevo revolico de apagones, cortes eléctricos reprogramados a última hora y una población al borde del colapso nervioso. Todo esto por culpa de una mezcla explosiva: una avería inesperada en la CTE Carlos Manuel de Céspedes y la salida por mantenimiento de la tristemente célebre Antonio Guiteras, esa planta que cada vez que pestañea, medio país se queda a oscuras.
Según avisó la Empresa Eléctrica de La Habana a través de su página de Facebook, el Sistema Electroenergético Nacional (SEN) está atravesando una “condición distinta” —eufemismo elegante para decir que la cosa está mala y va pa’ peor—, por lo que hubo que meterle mano a la programación original de los apagones del día.
Los bloques de apagones se movieron como fichas de dominó. Primero le tocó el turno al bloque #4, que se fue a negro desde las 10:00 a.m. hasta las 3:00 p.m. Justo una hora después le cayó el apagón al bloque #5, y así sucesivamente hasta llegar a la noche, cuando el bloque #3 se quedó sin corriente a las 7:00 p.m., seguido por el bloque #1 a las 8:00 p.m. La luz regresaría a paso lento, entre las 11:00 de la noche y la medianoche.
Pero cuidado con los detalles, porque la empresa aclaró que no todos los circuitos del bloque #3 se verán afectados. Aquellos que ya estuvieron a oscuras entre las 5:30 y las 6:00 de la mañana por una emergencia (sí, otra más), se salvan del castigo nocturno… por esta vez.
Estos cambios contradicen el horario original que se había anunciado, donde los apagones eran más cortos y menos frecuentes. Pero como ya nos tienen acostumbrados, la realidad cubana va por un lado y los comunicados oficiales por otro.
La situación energética no solo está que arde en La Habana. En todo el país el déficit ya supera los 1,700 megawatts, y eso se traduce en apagones eternos que superan las 20 horas diarias en muchas provincias. La Guiteras, que es como el corazón maltrecho del sistema eléctrico, salió este lunes del SEN para someterse a un “mantenimiento planificado” que durará cinco días… o lo que ellos decidan.
Esa supuesta “puesta a punto” llega justo después del respiro eléctrico que el gobierno se dio por el Primero de Mayo, un gesto que, según muchos, no fue más que una movida política para evitar el malestar social en las calles durante la celebración oficialista.
La otra protagonista del desastre, la unidad 3 de la CTE Carlos Manuel de Céspedes, volvió a fallar luego de haberse reincorporado al sistema apenas el 2 de mayo, tras pasar más de tres meses fuera de servicio. Duró encendida menos que un fósforo.
Mientras tanto, la indignación va subiendo como la espuma. En La Habana, donde hasta hace poco los apagones eran más suaves en comparación con el resto del país, la paciencia se está agotando. Las quejas no paran en redes sociales: cortes adelantados sin aviso, horarios que no se respetan y una sensación generalizada de que la distribución de los apagones es más injusta que el precio del pan.
Lo peor es que muchos sospechan que el gobierno está ocultando la verdadera causa de esta crisis, que no sería otra que la falta de combustible para mantener funcionando las plantas térmicas. Y otros van más allá y aseguran que estos apagones interminables ya no son solo por problemas técnicos, sino una herramienta más para desgastar a la población y mantener el control.
Lo cierto es que cada día se hace más difícil vivir sin electricidad, sin ventilador, sin agua porque la bomba no funciona, sin comida caliente y sin un mínimo de calidad de vida. La crisis energética de Cuba no solo es un problema de cables y megawatts, es un reflejo más del agotamiento de un sistema que no logra sostener ni lo básico.
