El mandatario cubano Miguel Díaz-Canel llegó este martes a Moscú, justo a tiempo para asistir al tradicional desfile del Día de la Victoria, que conmemora la derrota del nazismo. Pero lo que más llamó la atención no fue su participación en el evento, sino la frialdad del recibimiento: Vladímir Putin brilló por su ausencia.
En su lugar, quien lo esperó fue Sergey Ryabkov, viceministro de Relaciones Exteriores, acompañado por un funcionario de protocolo. Una bienvenida que, más allá del protocolo diplomático, deja entrever el papel cada vez más secundario de Cuba en la agenda del Kremlin.
Un viaje envuelto en simbolismo, pero con poco impacto real
Aunque el periódico oficial Granma intentó adornar la visita con frases altisonantes sobre “los 65 años del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Rusia”, la realidad es otra. El contexto geopolítico actual —con Moscú inmerso en una guerra sangrienta contra Ucrania y cada vez más aislado en la arena internacional— hace que este tipo de acercamientos levanten más cejas que aplausos.
A pesar de los discursos de “hermandad histórica”, La Habana parece alinearse sin reservas con un aliado acusado de crímenes de guerra, en un momento en que buena parte del mundo le da la espalda al Kremlin. Y ese respaldo no es gratuito: es reflejo de la dependencia que hoy marca la relación entre ambos gobiernos.
Un desfile, una estatua y… poca sustancia
Dentro del itinerario de Díaz-Canel está previsto que asista al desfile militar en la Plaza Roja y que rinda tributo a Fidel Castro frente a la estatua que le tienen en el barrio moscovita de Sokol. Pero más allá de esos gestos simbólicos, la visita ha estado vacía de anuncios importantes o beneficios concretos para el pueblo cubano.
La parada relámpago de 24 horas en San Petersburgo fue presentada por la prensa oficial como parte de una “intensa agenda”, aunque no se ofrecieron detalles sobre acuerdos o apoyos tangibles. Todo indica que fue otro acto de presencia más, sin resultados visibles.
¿Aliado de verdad o socio de segunda fila?
En la política exterior de Putin, el trato que se le da a los visitantes dice mucho. Cuando Kim Jong-un viajó a Rusia en septiembre de 2023, el líder norcoreano fue recibido personalmente por Putin con un despliegue que incluyó paseos por instalaciones espaciales, brindis, promesas de cooperación militar y más.
Lo mismo ocurrió, aunque con otro tono, con los mandatarios de China e India. Aunque Putin no los recibió en persona, sus llegadas fueron gestionadas por funcionarios de alto rango, como los viceprimeros ministros Dmitry Chernyshenko y Denis Manturov. En comparación, la presencia de Ryabkov en el recibimiento a Díaz-Canel deja claro que Cuba no está en la lista VIP del Kremlin.
Una alianza sin frutos para el pueblo cubano
Aunque el gobierno cubano se aferra a este vínculo con Rusia como salvavidas geopolítico, lo cierto es que la gente en la isla sigue enfrentando un día a día cada vez más precario. Apagones interminables, falta de comida y medicinas, y un éxodo que no se detiene, pintan un panorama que no se resuelve con discursos ni desfiles.
Y mientras Díaz-Canel posa junto a estatuas y asiste a actos protocolares en Moscú, la crisis en Cuba se profundiza sin señales de alivio real.
Lejos de recibir honores, el mandatario llegó como un acompañante más, sin el peso ni el protagonismo que tendría un verdadero socio estratégico. Todo indica que esta visita, más que un gesto de fuerza, revela la fragilidad de una alianza que parece servir más al simbolismo que a las necesidades urgentes del pueblo cubano.
