Han pasado ya tres años desde la explosión del Hotel Saratoga, aquel fatídico 6 de mayo de 2022 que dejó una herida profunda en el corazón de La Habana. Pero mientras muchos recuerdan esa tragedia como algo del pasado, para los vecinos del edificio colindante, Prado 609, la pesadilla sigue viva y sin fecha de caducidad.
La internauta Katherine T. Gavilan lo resumió sin pelos en la lengua en una publicación en Facebook: el edificio que debió estar en pie para agosto de 2025 apenas tiene los cimientos marcados, y no se ve ni un alma trabajando allí. La imagen que compartió habla por sí sola: ruinas, escombros y abandono. Lo que se prometió como un nuevo comienzo, pinta más como una promesa rota.
Para muchos de los afectados, el tiempo se ha vuelto un castigo. La espera se ha transformado en resignación, y ya hay quienes, hartos de tanto “ya casi”, han hecho maletas y se han ido del país. Según Gavilan, de los 27 apartamentos que albergaba Prado 609, sus ocupantes siguen tirando como pueden en la Villa Panamericana, un albergue temporal que se volvió su realidad indefinida.
Y lo peor es que no hay avances. Ni planos, ni materiales, ni informes. Silencio institucional, promesas difusas y cero resultados visibles. Gavilan recuerda que en 2023 les dijeron que para agosto de 2025 volverían a sus casas, pero ya en 2024 ni siquiera hay una pared levantada.
Los vecinos no se quedaron de brazos cruzados. En agosto pasado, enviaron cartas al Gobierno de La Habana, a la Asamblea Nacional, y hasta a GAESA, el gigante económico militar. De estos, solo GAESA respondió para decir, básicamente, que “ese no es su problema”. Las otras instituciones, o no contestaron, o pasaron la pelota a un tal Namán Morales, el supuesto Jefe de Construcciones del Gobierno de La Habana, con quien nadie ha logrado hablar directamente.
Una vecina intentó reunirse con él, pero solo recibió evasivas de su asesora: que si va a revisar el caso, que si aún no ha hablado con él, y después, simplemente desapareció del mapa.
Lo más preocupante es que el terreno sigue igual o peor. “Dicen por ahí que no hay cemento, y que las cabillas están tan oxidadas que ya ni sirven”, advierte Gavilan. A estas alturas, ni siquiera hay quien rinda cuentas. Nadie ha sido responsabilizado, ni se ha publicado un informe serio de investigación, ni hay siquiera un par de sacos de mezcla en la esquina.
Pero más allá del polvo, el concreto y las promesas rotas, lo que más duele es el olvido. Gavilan dice que ya no queda ni ilusión. “Ya nosotros somos un montón más”, le soltó una vecina con ese tono agrio del que sabe que lo dejaron fuera del juego hace rato. Son más los que han renunciado, más los que se han cansado de esperar.
Y mientras tanto, la explosión del Saratoga sigue cobrando víctimas silenciosas, personas que lo perdieron todo y que no han recibido ni justicia ni reconstrucción. Para los vecinos de Prado 609, el 6 de mayo no es una fecha del pasado. Es su presente constante.
