Mientras en Cuba todo el mundo sigue esperando por una respuesta oficial, el gas licuado se ha convertido en un lujo casi inalcanzable. Las balitas están carísimas, escasean por todos lados y el silencio del gobierno es cada vez más ensordecedor.
En marzo, CUPET dijo que la venta quedaba suspendida hasta que llegara una nueva importación. Desde entonces, no se ha dicho ni esta boca es mía… salvo para desmentir rumores de barcos cargados de gas atracando en los puertos cubanos. Nada de fechas, ni explicaciones, ni planes. Cero. Pero lo curioso es que, a pesar de esta supuesta sequía, por arte de magia las balitas sí aparecen… en el mercado negro, claro.
Hasta 30 mil pesos por una recarga
Desde Sancti Spíritus, una señora nos contó con los ojos en blanco que llenar una bala le costó 30.000 pesos. Y eso fue ahora. Otra voz desde Cienfuegos, que pidió mantenerse en el anonimato, aseguró que pagó 25.000 pesos hace apenas unos días, pero que los precios están subiendo cada semana.
¿Y cómo es posible que haya gas si oficialmente no hay? Pues según varios cubanos, el truco está en la misma estructura estatal. Desde Camagüey nos dijeron que hay gente en los propios puntos de distribución que “desvían” parte del gas destinado a las cuotas, vendiéndolo por fuera, por debajo del tapete.
Una fuente fue aún más directa: “Aquí en mi pueblo, el punto de gas trabaja más de noche que de día. Tú sabes lo que te digo, ¿no?”
El drama no acaba con el precio
Muchos aseguran que encima de pagar una fortuna, las balitas duran menos que una pizza caliente. En La Habana, el asunto es particularmente desesperante. Desde diciembre no llega una sola balita “legal” a muchos hogares, y ya hay quien se pregunta con sarcasmo si volverán a ver gas este año.
En la propia cuenta institucional de CUPET, alguien dejó un comentario cargado de frustración: “¿Creen que antes de que termine este año volveremos a tener gas licuado? Ya ni me acuerdo cómo era cocinar con eso.” Como era de esperar, nadie respondió.
Alternativas caras y escasas
Ante esta crisis, a las familias no les queda otra que improvisar. El carbón ha vuelto a ser protagonista en las cocinas, pero no es barato ni fácil de conseguir, y además es poco práctico para quienes viven en ciudades o edificios.
Desde Matanzas, una madre de familia nos contó: “Ni alcohol pa’ reverbero hay como antes. Ahora estoy resolviendo con carbón, pero sé que muchos no tienen esa opción. Está la cosa dura.”
La pregunta queda en el aire: ¿Dónde está el gas licuado que desapareció de los puntos estatales pero sigue fluyendo en la calle, a precios astronómicos? Y sobre todo, ¿por qué nadie da la cara?
Mientras tanto, miles de cubanos siguen haciendo malabares para poder cocinar, estirando lo poco que tienen, en medio de un silencio que huele tanto a abandono como a gas robado.
¿Y en tu zona? ¿Cómo están resolviendo con el gas?