Mientras en Moscú se celebran los fastuosos actos por el aniversario 80 de la victoria sobre el nazismo, la capital rusa se convierte también en escenario de un desfile diplomático con líderes de todo el mundo. Y aunque el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, ya lleva varios días pisando tierra rusa, su esperado encuentro con Vladimir Putin aún no se ha concretado. En cambio, el venezolano Nicolás Maduro ya fue recibido con todos los honores.
El encuentro entre Putin y Maduro no fue meramente protocolar; ambos líderes firmaron un acuerdo de asociación estratégica, consolidando aún más los lazos entre Rusia y Venezuela. Este pacto abarca diversos sectores, incluyendo energía, defensa y tecnología, y se enmarca en una estrategia más amplia de Rusia para fortalecer alianzas con países que comparten su visión multipolar del mundo .
Mientras tanto, Díaz-Canel, aunque presente en Rusia desde hace varios días, aún no ha tenido una reunión oficial con Putin. Esta diferencia en el trato ha generado especulaciones sobre las prioridades del Kremlin en la región. Algunos analistas sugieren que, aunque Cuba ha sido históricamente un aliado cercano de Rusia, las circunstancias actuales han llevado a Moscú a centrarse más en fortalecer sus relaciones con Venezuela, especialmente en áreas estratégicas como la energía y la defensa.
Desde el Kremlin, el asesor Yuri Ushakov confirmó que Putin sí se reunirá con Díaz-Canel, pero el cara a cara está pautado para después de que el mandatario ruso atienda a Maduro. Esa agenda tan ajustada –más de 15 reuniones bilaterales entre el 7 y el 10 de mayo, con figuras como Xi Jinping y líderes de Egipto, Brasil o Vietnam– deja en claro que las prioridades de Moscú están bien definidas, y parece que Cuba no está en la primera fila.
Díaz-Canel no vino a Rusia a pasear ni a rendirle culto a la historia soviética. La visita tiene un tono desesperado, como quien busca a toda costa un salvavidas para una economía que hace aguas por todos lados. El país caribeño se sumerge cada día más en un torbellino de apagones, escasez de alimentos y medicamentos, inflación y una migración que no da tregua.
En San Petersburgo, primera parada del viaje, el mandatario cubano trató de sembrar esperanzas con la propuesta de establecer vuelos directos entre esa ciudad y La Habana. La idea es darle un empujón al turismo, que sigue sin levantar cabeza. Aunque Rusia sigue enviando visitantes, la cifra sigue siendo mínima comparada con lo que necesita Cuba para sobrevivir.
Putin: la cita más esperada de todo el viaje
El encuentro con Putin no es cualquier cosa. Para La Habana, esta podría ser la última carta en la baraja. El régimen cubano necesita algo más que abrazos y discursos sobre hermandad: necesita petróleo, dinero, tecnología… cualquier respiro que alivie la presión.
Por eso, el itinerario de Díaz-Canel ha incluido visitas a centros científicos donde se explora desde la biotecnología hasta la inteligencia artificial. La apuesta está en ver si alguno de estos contactos se convierte en acuerdos tangibles.
Pero la realidad no engaña: Moscú no se desvive por Cuba
La llegada del presidente cubano a Rusia fue discreta. Lo recibió un viceministro, lejos del recibimiento de alto perfil que otros aliados han tenido. Un gesto que deja claro que, aunque haya historia y simbolismo, en la práctica Cuba ocupa hoy un rincón en el tablero geopolítico del Kremlin.
Y es que la crisis que azota a la isla no entiende de nostalgias. La situación es tan crítica que ya ni se disimula. Los cubanos viven entre apagones, colas, hambre y salarios que no alcanzan ni para lo básico. En ese contexto, este viaje es más bien un intento de buscar oxígeno… o aunque sea un guiño.
Entre flores y desfiles, los cubanos esperan respuestas
Granma, como siempre, ha tratado de vestir la visita de solemnidad, hablando de la “amistad histórica” y de los 65 años de relaciones diplomáticas. Se resaltan los actos en la Plaza Roja, las ofrendas a Lenin, y los gestos de solidaridad con Rusia frente al embargo estadounidense.
Pero en las casas cubanas la gente no vive de flores ni de desfiles. Lo que se necesita es comida, electricidad, combustible, algún crédito que permita importar algo de esperanza.
¿Habrá acuerdos concretos o solo palabras bonitas?
Hay quienes dicen que este encuentro puede destrabar líneas de crédito o activar algún tipo de asistencia técnica. Se habla incluso de nuevos acuerdos turísticos, como el convenio con Rus Cuba Dive para impulsar el buceo en la Ciénaga de Zapata. Pero nada de eso se traduce, por ahora, en un alivio inmediato.
Mientras tanto, Maduro ya tuvo su rato con Putin. Una reunión que refuerza la idea de que, al menos en esta vuelta, Venezuela ocupa un lugar más central en los intereses rusos.
¿Y Cuba? Pues sigue esperando en la antesala.
Díaz-Canel, junto a su equipo –entre ellos el canciller Bruno Rodríguez y el ministro de Comercio Exterior Oscar Pérez-Oliva–, intentará arañar lo que pueda hasta el cierre de la visita, previsto para el 10 de mayo. Pero más allá de lo que se anuncie o no, la sensación que flota en el aire es que Moscú está mandando un mensaje: la prioridad ya no es La Habana.
Y en una Cuba donde la desesperanza hace estragos, incluso una palmada rusa puede ser vendida como victoria. Pero mientras se desfila en Moscú, en la isla siguen faltando el pan y la luz. Y con eso no hay discurso que aguante.
