El reguetonero cubano El Enviado, quien vive en Miami, se robó la atención (y el corazón) de miles de personas tras publicar un video en el que, con el alma en la mano, pidió ayuda para encontrar trabajo. No se trató de una estrategia para hacerse viral, sino de una súplica sincera de un padre y un hijo que lucha por sacar adelante a los suyos en medio de una situación económica bien apretada.
“Tengo una madre, una hija y una familia en Cuba. Allá los apagones están al orden del día. Gracias a Dios estoy aquí y puedo apoyarlos, pero necesito trabajar”, dijo con voz entrecortada en su cuenta de Instagram. El mensaje no tardó en resonar fuerte en toda la comunidad cubana dentro y fuera de la isla.
Una cara que pocos ven del artista
En su video, El Enviado contó sin tapujos que la está pasando difícil. Entre cuidar a su bebé de apenas cuatro meses y tratar de avanzar con su carrera musical en tierra ajena, las cuentas se le están viniendo encima. “La música es mi pasión, mi motor. Pero ahora mismo, mi hijo necesita comida, pañales, estabilidad. Por eso estoy buscando trabajo, lo que sea honrado”, confesó.
Y en esa frase, muchos se vieron reflejados. Porque, detrás del ritmo del reguetón y la imagen del escenario, hay un hombre con responsabilidades y con el peso de dos países a sus espaldas: el que dejó atrás y el que lo recibió.
«A mí me enseñaron a trabajar»
Con un tono sereno pero firme, El Enviado también aprovechó para responderle a los que se burlan o critican a los artistas cuando tienen que hacer otra cosa para sobrevivir. “Muchos creen que si eres cantante, no puedes coger un pico o meterte en una cocina. Eso es un pensamiento errado. Yo nací en Cuba y a mí me enseñaron que hay que buscarse el pan con honestidad”, dijo sin pelos en la lengua.
Su mensaje fue un canto a la dignidad, una declaración de principios en tiempos donde muchos ocultan sus luchas por miedo al qué dirán.
Una ola de apoyo… y una luz al final del túnel
La respuesta del público fue inmediata. Cubanos de todas partes le mandaron mensajes de apoyo, lo animaron, lo entendieron. Algunos compartieron su video, otros le escribieron en privado para ofrecerle una mano. Horas después, la vida le sonrió un poco: consiguió trabajo.
“No voy a decir quién fue porque fueron muchas las personas que me escribieron. Solo puedo decir que estoy muy agradecido. Ya tengo dos opciones sobre la mesa”, compartió en otro video, esta vez con la voz más calmada y los ojos algo más esperanzados.
El caso de El Enviado deja claro que, más allá del glamour de las redes o del brillo de una tarima, hay miles de cubanos que la están guerreando fuera de su tierra, con un pie aquí y el corazón allá. Y cuando uno de ellos levanta la mano, la solidaridad no se hace esperar.
Porque cuando la necesidad aprieta, el orgullo se guarda, y lo que importa es que los frijoles lleguen a la mesa.