Una joven cubana, conocida en TikTok como @miricubana1, soltó la bomba en redes: decidió regresar a la isla porque, según sus propias palabras, no logró adaptarse a la vida en Estados Unidos. Con una mezcla de sinceridad, nostalgia y determinación, contó que se acogerá al nuevo plan promovido por Donald Trump, que ofrece mil dólares y el pasaje de vuelta a quienes decidan irse voluntariamente del país.
“Después de varios meses diciendo que me iba, ya es un hecho, me voy en unos días”, anunció en uno de sus videos. Entre risas nerviosas y ojos vidriosos, prometió compartir todo el viaje: “Desde el aeropuerto hasta el avión, todo se los voy a enseñar”.
“Esto no es para mí”
Para ella, el llamado sueño americano se volvió una pesadilla sin fin. “Yo no me adapté”, confesó sin rodeos. “La gente dice que esto es lo máximo, pero yo no le veo la maravilla por ningún lado. Aquí es trabajar, pagar y no ver a la familia. Esto es una fábrica de viejos”.
Con una voz firme, pero visiblemente afectada, dejó claro que su decisión no tiene que ver con cobardía, sino con el deseo de vivir en paz. “No quiero seguir forzando mi felicidad. No vine aquí para estar deprimida ni llorando por las noches. Este país no es para mí”.
TikTok se encendió: apoyo, críticas y hasta amenazas
Como era de esperarse, su publicación desató un avispero en TikTok. Muchos le aplaudieron su valentía. “Donde seas feliz, ahí es”, le escribió una usuaria. Otro comentó: “La tierra tira, nuestra raíz está en Cuba”.
Pero no faltaron los dardos. Uno de los comentarios más duros fue: “Qué bueno que te vas a pasar hambre”. Y ahí mismo, @miricubana1 volvió a responder con otro video, sin levantar la voz, pero bien clara.
“Te voy a responder de la manera más educada”, comenzó, mirando a la cámara. Contó que tiene 32 años y lleva un año y medio en EE.UU., pero nunca, ni en los peores tiempos en Cuba, se murió de hambre. “Sí, comía arroz blanco, pero me lo comía feliz”.
Y remató con una reflexión que tocó muchas fibras: “¿De qué sirve tener manjares si el corazón está vacío? Yo prefiero un arroz con huevo, pero con mis hijos, con mi gente, con amor. No me interesa estar sola con el refrigerador lleno”.
Una ola de empatía
El segundo video conmovió a muchos, que no dudaron en respaldarla. “Te quedó perfecta esa respuesta”, comentó una usuaria. Otra soltó: “Mejor un huevo con amor que un pollo con dolor”.
Los mensajes se llenaron de empatía y comprensión. “Cada quien sabe lo que vive y lo que siente. Ser feliz es lo más importante”. Y es que, más allá de banderas y pasaportes, el bienestar emocional sigue siendo lo que más pesa en el alma del migrante.
No es la única: otros cubanos también dan marcha atrás
El caso de @miricubana1 no es un hecho aislado. En marzo, Lisandra Acevedo, otra cubana residente en Miami, también decidió regresar a la isla junto a su hija, tras meses de lucha sin encontrar empleo ni vivienda. “No me regreso porque quiero, sino porque no tengo alternativa”, dijo en ese momento.
Ya de vuelta en Cuba, compartió nuevos videos desde la isla: “Aquí estoy, ya hace unos días. Me conecté ahora porque no había podido antes”. Su caso, como el de muchos, muestra la cara menos glamorosa de emigrar, esa que no siempre se ve en las postales del éxito.
¿Qué es el plan de autodeportación?
El 5 de mayo, Donald Trump propuso un programa para facilitar la salida voluntaria de inmigrantes indocumentados. La oferta es simple: mil dólares y un boleto de avión a cambio de que el migrante se registre en la app CBP Home y abandone el país por su cuenta.
Aunque la iniciativa ha sido presentada como una “salida digna”, abogados de inmigración advierten sobre sus riesgos. Acogerse al programa puede conllevar prohibiciones de hasta 20 años sin poder entrar nuevamente a Estados Unidos, algo que muchos desconocen o subestiman.
¿Y ahora qué?
Mientras algunos rechazan la oferta, alegando que no es suficiente ni siquiera para empezar de cero, otros, como @miricubana1, ven en ella una oportunidad para reencontrarse con su identidad, su familia y su paz mental.
Su historia ha abierto un nuevo capítulo en el debate sobre el precio emocional de la migración y la libertad de cada persona para decidir qué vida quiere vivir. Porque al final, como ella misma dijo con sabrosura cubana: “Un arroz con huevo en mi tierra vale más que un filete sola en un país que no es mío”.