Miguel Díaz-Canel volvió a pisar tierra rusa esta semana, pero no fue solo para saludos y discursos. El mandatario cubano se metió hasta los tuétanos en la nostalgia soviética, dándose un paseo bien apretado por la fábrica de automóviles Moskvich en Moscú, acompañado del mismísimo alcalde de la capital, Serguéi Sobyanin. Y ahí, entre motores y acero, soltó lo que muchos cubanos ya saben de sobra: “Esos carros son duros de verdad”.
La visita, enmarcada en su viaje oficial a Rusia por invitación de Vladímir Putin, coincidió con las conmemoraciones por los 80 años de la victoria soviética contra la Alemania nazi. Sí, la famosa Gran Guerra Patria, como la llaman allá.
Pero más allá del simbolismo histórico, el asunto tuvo sabor práctico. Sobyanin se bajó con una donación de 10 carros Moskvich 6 pa’ Cuba, destinados a reforzar servicios sociales en La Habana. Un regalito simbólico, pero que va sumando dentro del paquete mayor que se está cocinando entre Moscú y La Habana.
Díaz-Canel no perdió la oportunidad para echarle flores a la marca: “En Cuba todavía ruedan muchos de estos carros gracias al talento de nuestros mecánicos”. Y no es cuento. El cubano, con un alambre, un martillo y mucha paciencia, te arma una nave espacial si hace falta.
La fábrica que visitó es la más antigua de la marca Moskvich, pero eso sí, la han remozado y ahora luce moderna, con tecnología de punta. Allí mismo el gobernante pudo ver los taxis que pronto comenzarán a circular en Cuba, como resultado de acuerdos bilaterales ya firmados. La primera tanda incluye 50 carros, mitad del modelo Moskvich 3 y la otra mitad Moskvich 3e, estos últimos eléctricos, lo que abre la puerta a una movilidad más sostenible… al menos en papel.
Toda esta movida forma parte de un plan más grande entre ambos países para darle un respiro al transporte cubano, que está más en candela que una olla sin tapa. En noviembre del 2024, el vicealcalde de Transporte de Moscú y el Ministro cubano del ramo, Eduardo Rodríguez Dávila, se pusieron de acuerdo para mandar estos carros a La Habana y Varadero.
Y en abril de 2025, la cosa se volvió más seria. Se firmaron nuevos acuerdos para ampliar la cooperación, que no solo incluyen más carros, sino también apoyo técnico, mantenimiento, repuestos y servicio postventa. Algo así como una relación más comprometida con garantía incluida.
El miércoles, Díaz-Canel y Putin se vieron las caras en el Kremlin. En esa reunión, hablaron de todo: economía, energía, tecnología y hasta cooperación militar. Putin, como siempre, prometió apoyo frente a las sanciones internacionales, mientras el mandatario cubano le devolvió el cumplido agradeciendo la mano amiga del gigante euroasiático.
Sin embargo, y aunque la llegada de estos Moskvich puede representar una solución puntual para aliviar la crisis del transporte, también deja al descubierto un tema delicado: la creciente dependencia de Cuba hacia Rusia. En vez de abrir el juego y buscar opciones más diversas, el gobierno ha vuelto a amarrarse fuerte a un solo socio.
Y aunque los carros pueden ser nuevos, la película no lo es. La sostenibilidad de esta estrategia está en veremos. Todo dependerá de si Moscú sigue con ánimos de apoyar a La Habana en medio del tsunami económico global y las sanciones que no paran.
Por ahora, el pueblo cubano seguirá viendo cómo se materializan estos convenios. Y si bien ver nuevos taxis rusos rodando por las calles es un alivio, lo cierto es que el problema de fondo es mucho más grande que una flota recién salida de fábrica.