Después de cuatro días con el alma en vilo, la familia del joven cubano Cristian, de apenas 25 años, por fin pudo soltar un suspiro de alivio. El muchacho, que había desaparecido el lunes tras salir a vender un celular, fue encontrado este jueves, sano y salvo, tras una búsqueda intensa que puso a media Cuba a compartir su foto por las redes.
La buena noticia la dio su propio hermano, Ronald Valdés Alguino, en una publicación de Facebook donde explicó que, lejos de ser víctima de un accidente o un hecho violento, Cristian había caído en las garras de un intento de estafa. Nada que lamentar en términos físicos, aunque el susto fue monumental.
“Gracias a Dios ya encontré a mi hermano. Lo intentaron estafar, pero está bien. A todos los que me ayudaron, gracias de corazón, de verdad gracias, no tengo cómo pagarles”, escribió Ronald, con una mezcla de alivio, emoción y gratitud que se podía palpar en cada palabra.
Este mensaje fue como una bocanada de aire fresco para los cientos de amigos, conocidos y desconocidos que, durante días, compartieron su foto por todos los rincones del ciberespacio, con la esperanza de dar con su paradero. Porque si algo quedó claro, es que la solidaridad en redes, cuando aprieta el corazón, mueve montañas.
La historia arrancó el lunes, temprano en la mañana, cuando Cristian salió de su casa decidido a vender un teléfono móvil. Pero las horas pasaron, y ni una llamada, ni un mensaje, ni una señal de vida. El silencio encendió todas las alarmas.
Fue entonces cuando Ronald se volcó a las redes sociales para pedir ayuda. No se quedó de brazos cruzados. Movió cielo y tierra, compartió fotos, contactó amigos, buscó pistas. Y aunque algunas resultaron ser falsas alarmas, la última señal del celular, detectada en Caimito, Artemisa, les dio una pequeña luz en medio de tanta oscuridad.
A partir de ahí, la familia no paró. Cada rumor, cada avistamiento, cada comentario fue una nueva chispa de esperanza. La angustia crecía al mismo ritmo que la fe, y el temor de que algo grave hubiera pasado no daba tregua.
Pero por suerte, la historia tuvo un final feliz. Cristian está de vuelta, su familia lo abrazó fuerte, y aunque queda el mal sabor de la estafa, al menos no hubo que lamentar ninguna tragedia. Una lección dura, sí, pero también un recordatorio de que la unión y la empatía, incluso desde una pantalla, pueden marcar la diferencia.
