La Habana fue testigo de una escena que encendió las redes y los corazones: una abuelita fue arrestada en pleno Parque El Curita por vender refrescos, y el video corrió como pólvora por internet. El suceso, más que indignación, despertó una oleada de solidaridad que ha cruzado fronteras y ha puesto sobre la mesa el drama diario que viven muchos adultos mayores en Cuba, sobreviviendo como pueden en medio del abandono estatal.
No pasó mucho tiempo para que activistas y ciudadanos se organizaran con un solo objetivo: encontrar a la señora y tenderle la mano. Lo que arrancó como un acto de injusticia, terminó sacando a flote lo mejor de mucha gente.
Entre quienes se lanzaron de lleno a ayudar estuvo Idelisa Diasniurka Salcedo Verdecia, una activista ya conocida por su entrega a personas en situación de vulnerabilidad en la isla. Desde su cuenta en Facebook, compartió con emoción: “¡Gracias a un hermano dimos con la abuelita! Porque cuando uno quiere, se puede. Ayer fue ella, mañana podemos ser cualquiera. La causa es ayudarnos”. El mensaje fue acompañado por una videollamada con la anciana, prueba clara de que ya está recibiendo apoyo real, no solo palabras.
Otro que no se quedó de brazos cruzados fue Alberto Turis Betancourt Pérez, quien también confirmó en redes que la encontraron. “¡Salimos y la encontramos! Gracias a todas…”, escribió con alegría. Días antes, ya había avisado que no descansaría hasta dar con ella. Y lo cumplió.
En otro de sus videos, se le ve recorriendo el parque, hablando con la gente, buscando pistas. Pero el miedo era palpable. “Todo el mundo tiene temor de hablar sobre la abuelita”, explicó mientras criticaba el clima de represión. Luego lanzó un mensaje fuerte y claro al régimen: “Voy a encontrar a esa anciana. Esto no se va a quedar callado. Vamos a divulgar lo que pasa, porque mientras en este parque hay quioscos de los testaferros del sistema, una abuela no puede vender para comer. Eso es inaceptable”.
El episodio que desató esta cadena de apoyo ocurrió el miércoles, cuando fue detenida por la policía en El Curita por simplemente tratar de ganarse la vida con la venta de refrescos. Las imágenes, publicadas por CubaNet, sacaron a relucir una cruda realidad que se repite todos los días: la pobreza y la criminalización de quienes intentan sobrevivir fuera de los márgenes del control estatal.
Este caso, más allá de la indignación inicial, se ha transformado en un símbolo. Una muestra de que, aunque el Estado dé la espalda, todavía hay pueblo que se apoya, que no se calla y que sigue luchando contra las injusticias que marcan a los más frágiles.