En las últimas semanas, La Habana ha sido testigo de imágenes que duelen, que dan miedo y que nos gritan una verdad incómoda: las drogas sintéticas están destruyendo a nuestros jóvenes. Ya no se trata de un rumor de barrio o de un caso aislado. Lo que estamos viendo en redes sociales es una epidemia silenciada, un problema que está creciendo en silencio y a la vista de todos.
Videos que dejan sin palabras
En dos videos que están circulando como pólvora por Facebook y WhatsApp, se puede ver a jóvenes completamente alterados, bajo el efecto de una droga conocida en las calles como «el químico». Es una sustancia fuerte, peligrosa, y lo peor es que está al alcance de demasiadas manos desesperadas.
Uno de los videos muestra a un joven tirado en la acera, como si estuviera inconsciente, mientras otro, que está justo al lado, se come una pizza como si nada. Quien graba dice una frase que ya se está volviendo tristemente común: «Eso es el papelito, asere». Y sí, todo el mundo sabe de qué están hablando.
Como zombis en plena calle
Otro video, compartido por la usuaria Lara LP, muestra a otro muchacho completamente ido. Está de pie, pero inclinado hacia adelante, como si se fuera a caer en cualquier momento. Parece una escena sacada de una película de zombis, pero no: es Cuba, es hoy, es real.
Y esto no es nuevo. En abril se viralizó otro clip donde se ve a un joven sangrando, con movimientos extraños y sin ningún control de su cuerpo. Lo más triste es que la gente pasa a su lado sin hacer nada. Nadie llama a un médico, nadie intenta ayudar. El autor del video lo dijo claro: «Esto es una epidemia y el Estado no está haciendo nada.»
¿Qué es realmente “el químico”?
Esta droga es una mezcla tóxica. Se le llama cannabinoide sintético, pero no te confundas: no es marihuana. Se fabrica de forma clandestina con ingredientes como formol, anestésicos de veterinaria y plantas secas. ¿El resultado? Algo que puede causar desde convulsiones hasta daños neurológicos irreversibles.
¿Y el gobierno qué hace?
La respuesta oficial ha sido más policía, más redadas, más cárcel. Pero nada de eso parece estar funcionando. En febrero anunciaron el Observatorio Nacional de Drogas, pero muchos dudan de su efectividad. Mientras tanto, las imágenes de jóvenes colapsando en la calle se siguen acumulando.
Lo que se necesita va mucho más allá de operativos. Hace falta educación, atención médica, programas de salud mental y, sobre todo, información real y directa. Porque muchos de estos chicos ni siquiera saben lo que están consumiendo hasta que ya es demasiado tarde.
La realidad es dura: cada joven que vemos en el suelo, perdido, desorientado, no solo está viviendo su infierno personal, está reflejando una crisis social que no podemos seguir ignorando.