Después de semanas encerradas en centros de detención migratoria, ocho mujeres cubanas vuelven a sonreír. Estaban bajo custodia del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) en el sur de la Florida, pero ya están libres y dispuestas a seguir luchando por su futuro en Estados Unidos.
La historia comenzó cuando fueron citadas a lo que pensaban que eran revisiones migratorias de rutina, pero terminaron esposadas y en camino a centros de detención. Todas tenían pendiente el proceso de asilo y no contaban con permiso de trabajo definitivo, lo que las ponía en una posición bien frágil.
Una detención inesperada y dura de tragar
Las mujeres tenían en sus manos el famoso formulario I-220A, que exige presentarse ante un juez de inmigración. Sin embargo, eso no impidió que fueran detenidas de manera repentina. Según contaron al canal Telemundo 51, el momento fue desgarrador. Las esposaron, les pusieron grilletes en los pies y hasta cadenas en la cintura, como si fueran criminales peligrosas.
Beatriz Monteagudo, de apenas 25 años, fue la última en recuperar la libertad. Lo que más la marcó fue cómo la trataron: “Parecía que había matado a alguien, cuando yo lo único que he hecho es pedir ayuda”, dijo. Ella, al igual que las demás, pasó por varios centros de detención, compartiendo espacio con otras mujeres que también vivían el calvario de la incertidumbre.
Apoyo político clave desde el sur de la Florida
La libertad de estas ocho cubanas no fue fruto del azar. La congresista cubanoamericana María Elvira Salazar se reunió con ellas poco después de su salida. Desde su posición en Washington, presionó para que se entendiera la diferencia entre distintos casos migratorios, sobre todo en un contexto donde las decisiones pueden ser injustas o mal interpretadas.
Salazar dejó claro que el Congreso tiene los ojos puestos en estos procesos. Anunció que en junio volverá a presentar la Ley Dignidad, una propuesta que, según ella, será “salomónica y revolucionaria”, y que incluirá también a quienes tengan el documento I-220A.
Un camino legal lleno de obstáculos
La abogada de inmigración Liudmila A. Marcelo, que ha seguido de cerca el caso, explicó que la detención de estas cubanas fue completamente aleatoria, y que el foco ahora es trabajar a fondo en sus solicitudes de asilo. “Hay que armar bien los casos, porque los jueces están cada vez más exigentes con las pruebas”, advirtió.
También mencionó otra vía legal: un proceso judicial en curso que busca que las personas bajo I-220A sean consideradas para parole, lo cual abriría puertas importantes en sus trámites migratorios.
Un respiro entre la tensión y la esperanza
Hoy, aunque libres, las ocho cubanas siguen bajo estricta supervisión. Tienen que reportarse periódicamente ante las autoridades y cumplir condiciones específicas. Pero eso no les quita el alivio de haber salido del encierro, ni la fe en que sus casos se resuelvan favorablemente.
De lograrlo, podrán vivir legalmente en Estados Unidos, trabajar sin miedo y, más adelante, optar por la residencia permanente. Por ahora, celebran ese primer paso: la libertad, ese lujo que en Cuba también aprendieron a valorar, y que ahora defienden con uñas y dientes desde suelo americano.