Lo que debía ser un sueño convertido en negocio terminó en una amarga pesadilla para Lilia Ortiz, una joven mexicana que, con tremendo empeño y corazón, apostó por emprender en Cuba. La muchacha, que reside en La Habana, invirtió sudor, tiempo y recursos en levantar su mercado, solo para ver cómo todo desaparecía en cuestión de horas tras un robo devastador.
A través de un video lleno de sentimiento, que publicó en su cuenta de Instagram, Lilia soltó el alma. “Nos robaron todo lo que teníamos en nuestro mercado”, confesó visiblemente afectada, mientras relataba que el proyecto fue levantado desde cero junto a su familia, con mucho esfuerzo y sin ayuda de nadie.
Ella no dijo exactamente dónde está ubicado el local, pero sí dejó claro que cada ladrillo, cada producto y cada peso invertido salió de su propio bolsillo. La idea era ofrecer un espacio bonito y digno, con mercancía de calidad y precios justos para los clientes de su zona. Pero los planes no llegaron muy lejos.
“No nos dio tiempo ni de ponerlo como queríamos”, se lamentó. “Nos esmeramos en acondicionarlo bien bonito, metimos tremenda mercancía, pero nos lo tumbaron todo antes de arrancar en serio”. Según dijo, ni siquiera pudieron completar la tercera parte de lo que habían imaginado para el lugar.
A pesar del golpe, Lilia no se dejó aplastar. Al contrario, con voz firme, soltó una frase que deja claro de qué está hecha: “Aquí nadie nos ha regalado nada, todo ha sido con trabajo honesto. Y aunque ahora nos tumbaron, vamos con más fuerza, porque Dios aprieta pero no ahoga”.
Su testimonio tocó fibras en redes. De inmediato, decenas de personas le dejaron mensajes de apoyo, aliento y solidaridad, incluso algunos recomendándole medidas de seguridad, como cámaras y alarmas. Pero también se colaron comentarios más duros, con críticas al contexto cubano. Uno dijo: “Dios mío, en Cuba no vale la pena hacer nada, porque si no te lo roba alguien, el gobierno te lo quita”. Otro fue aún más directo: “Eso te pasa por querer ir a vivir a Cuba”.
Este tipo de reacciones refleja el clima complicado en que se mueven los emprendedores en la isla. Y el caso de Lilia no es una excepción, sino parte de una ola creciente de robos que tienen en jaque al sector privado. Datos del Observatorio Cubano de Auditoría Ciudadana indican que solo en 2024 los robos se dispararon en un 232% respecto al año anterior, con un promedio de 3.6 delitos diarios solo en el segundo semestre.
En marzo de 2025, por ejemplo, una manicurista habanera quedó en cero tras el saqueo total de su salón, perdiendo hasta el último pomo de esmalte. Y como si fuera poco, el panorama se complica con las sanciones impuestas por el gobierno a las mipymes. Solo entre julio y septiembre de 2024 se impusieron multas por más de 348 millones de pesos, debido a presuntas violaciones de precios.
En medio de este caos, la historia de Lilia Ortiz es un grito de coraje. Una muestra de la resiliencia de tantos emprendedores que, a pesar de los obstáculos, no se rinden y siguen soñando con una Cuba donde se pueda construir sin miedo a que te lo desbaraten todo. ¿Le robaron el negocio? Sí. Pero las ganas, la fe y el espíritu de lucha siguen intactos.
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