¡Asere, qué clase de descaro! Mientras Cuba se cae a pedazos, hay una figura que brilla con un resplandor que no tiene nada que ver con el pueblo… sino con el lujo importado y la vida buena: Lis Cuesta Peraza, conocida por muchos como “la Machi”, y no precisamente por cariño.
Desde que se dio a conocer como la esposa del presidente Miguel Díaz-Canel, esta señora ha sabido hacerse notar, no por su elocuencia (que digamos no es su fuerte), sino por su gusto desbocado por la ropa cara, los accesorios de marca y los atuendos que no se ven ni en las vitrinas de Miami, mucho menos en una bodega cubana. Con un país al borde del colapso, donde el cubano de a pie apenas puede llevar el pan a la mesa, ella se pasea como si estuviera en la pasarela de Milán.
Se ha dejado ver luciendo relojes suizos que valen más que cien salarios en Cuba, carteras de diseñador que sólo se consiguen en boutiques europeas, y zapatos como los Mary Jane de más de 400 dólares que han hecho explotar las redes sociales. Y todo esto, no en fiestas privadas ni escondida en un rincón, sino en actos oficiales y giras internacionales, donde el gobierno suelta sus discursos sobre “resistencia” y “soberanía” mientras ella brilla como la mismísima reina del consumismo.
La cosa no para ahí. Blusas y trajes que se parecen (pero no se venden) en tiendas como Zara, Massimo Dutti o Mango, gafas de diseñador, pendientes de marca y carteras que superan los 8,000 euros han sido parte del repertorio. Y aunque algunos quieran justificarlo con la típica muela de “regalos” o “donaciones”, la realidad salta a la vista: este derroche ofende, molesta y, sobre todo, deja al descubierto una desconexión brutal entre el poder y el pueblo.
Como bien dijo Darien Toledo en Facebook, refiriéndose a esos zapatos carísimos que ella luce como si nada: “un lujo inalcanzable incluso para muchos cubanos emigrados”. ¿Te imaginas lo que sienten los que todavía están en la isla, aguantando apagones, haciendo colas eternas y comiendo arroz con cualquier cosa?
El pueblo no tiene con qué, pero ella anda montada en la movie. Su presencia en la vida pública se ha convertido en un insulto con tacones y cartera de piel, una especie de burla constante para cada madre que no puede comprar un litro de leche o cada viejo que sobrevive con un pan duro y agua con azúcar.
Dicen que es la compañera del presidente, pero parece más su socia en el despilfarro. Y ahí está la gran pregunta que muchos se hacen en voz baja pero sienten en el pecho: ¿de dónde sale tanto billete para tanto lujo? ¿Quién le llena ese clóset? ¿Qué redes de privilegio están detrás de ese personaje tan ajeno a la Cuba real?
Mientras miles de cubanos se lanzan al mar o cruzan selvas buscando futuro, la Machi se roba el show, sin pudor, sin explicaciones, y sin la más mínima vergüenza.
Porque al final, lo suyo no es estilo, es vulgaridad con presupuesto. Y esa, mi hermano, es la cara más cínica de un régimen que predica la pobreza pero se atraganta de riqueza.
4o