En una charla que remueve fibras y toca fondo, Roberto Perdomo, uno de los pesos pesados de la actuación en Cuba, se abrió de cuerpo entero frente a las cámaras de La Familia Cubana. Sin poses ni disfraces, el veterano actor habló con el alma en la mano sobre los momentos más duros de su vida: la muerte de su esposa, su caída en el alcoholismo y el verdadero motivo por el cual se alejó del popular policiaco Tras la huella.
“La muerte de mi esposa me partió por la mitad”, soltó con voz firme pero con la tristeza aún colgando del pecho. Cuando ella falleció, su mundo se vino abajo como castillo de naipes. Se quedó solo con su hijo, tragándose el dolor a punta de ron. “Me bajaba una botella diaria, sin falta. No me enorgullece decirlo, pero esa fue mi realidad”.
Fue el teatro, su pasión de toda la vida, lo que le devolvió la vida. El escenario se convirtió en su refugio, su tabla de salvación cuando el dolor lo tenía atrapado. “Estaba hecho leña por dentro, pero el arte me rescató”, confesó con honestidad brutal.
Y sí, muchos se preguntaron por qué dejó de aparecer como el coronel Fernando, ese personaje que parecía tallado a su medida. Durante años, nadie supo por qué salió de Tras la huella. Pero en esta entrevista, Perdomo lo soltó claro y sin rodeos: “No me fui por líos. Yo mismo tomé la decisión. No quería quedarme pegado a un solo rol. No soy solo un policía”. Desde entonces, se ha atrevido con personajes más oscuros, complejos, que lo han retado como artista.
Sobre la situación actual de la televisión cubana, el actor no se mordió la lengua: “Falta valor. Faltan historias que digan la verdad sin maquillaje. La vida no es solo azúcar, también tiene espinas, y eso es lo que debe reflejar la pantalla”. Para él, temas como la pobreza, la discriminación o el machismo no pueden seguirse escondiendo como si no existieran. “La gente quiere verse, quiere reconocerse, no verse en una telenovela que parece flotar en una nube”.
Uno de los pasajes más impactantes de la entrevista fue cuando habló de su batalla ganada contra el alcohol. Hace años que dejó de beber, pero no olvida las sombras. “El ron me quitaba energía, oportunidades… y hasta personajes. Perdí cosas grandes por no saber decir basta”. Hoy, se mantiene firme y aprovecha su historia para guiar a los más jóvenes que puedan estar pasando por lo mismo. “Pedir ayuda no es cobardía, es coraje del bueno”.
A sus años, Perdomo no se siente acabado. Al contrario. “Estoy más despierto que nunca”, dice con una mirada que todavía chispea con hambre escénica. Quiere personajes que incomoden, que revuelvan al público, que obliguen a pensar.
Roberto Perdomo no es solo un actor con historia. Es un hombre con cicatrices que no esconde, que transforma el dolor en fuerza y lo comparte como quien entrega un pedazo del alma. Y eso, en estos tiempos de tanto filtro y apariencia, es oro puro.