La Terminal de Villanueva, allá en el corazón de La Habana, ya no es ese lugar bullicioso donde la gente esperaba con ansiedad la guagua para visitar a la familia en el interior. Hoy parece más bien una postal del abandono, un espacio que retrata sin maquillaje la crudeza de la vida cotidiana en Cuba.
Lo que antes era solo un punto de tránsito, ahora se ha transformado en un refugio improvisado. Entre bancos rotos, colchonetas viejas y sueños en pausa, decenas de personas sobreviven como pueden, atrapadas entre la falta de transporte y el olvido institucional. Así lo dejó claro el usuario Abelito Nemo en su cuenta de Facebook, donde compartió imágenes desgarradoras y reflexiones sobre la realidad que se vive ahí. Para él, lo que se respira en Villanueva es simplemente “la dura vida” de quienes no tienen voz ni opciones.
Muchos de los que llegan a esa terminal no lo hacen por capricho, sino con la esperanza de poder regresar a su provincia. Pero la falta de combustible y el caos del transporte en Cuba les trancan el juego. Los viajes interprovinciales se han vuelto una lotería, y mientras tanto, toca esperar. No por horas… por días o incluso semanas. Dormir en el suelo, improvisar cenas con lo que aparezca y depender del buen corazón de algún desconocido, se ha vuelto la nueva rutina.
Pero la cosa no termina ahí. No todos están en Villanueva esperando una guagua. Hay quienes ya no tienen un techo que los proteja, porque sus casas se vinieron abajo o quedaron inhabitables por falta de mantenimiento. El Estado, como siempre, brilla por su ausencia, y sin recursos ni soluciones reales, esta terminal se ha convertido en su último refugio.
Abelito contó que incluso hay personas que pagan 100 pesos cubanos solo para poder bañarse en los baños públicos del lugar. Así de cruda está la cosa. Se sobrevive entre lo mínimo, como si eso fuera suficiente.
La realidad de Villanueva no es un hecho aislado. Es el reflejo del derrumbe más grande: el social. La crisis económica ha tocado fondo y ha hecho estragos en todo —transporte, salud, vivienda, alimentación—, pero son los más vulnerables los que pagan el precio más alto.
Desde que se hizo viral la publicación, las redes no han parado. Cubanos de adentro y de afuera coinciden: esto no es vida. Pero mientras en Facebook se multiplican los comentarios, en la terminal la vida sigue igual: en pausa, esperando algo que no llega. Como si el tiempo en Cuba también estuviera haciendo cola.