En Cuba, ni los muertos pueden descansar tranquilos. El cementerio de Guanabacoa, en pleno corazón de La Habana, fue escenario esta semana de un acto tan indignante como doloroso: decenas de tumbas amanecieron saqueadas, sin las argollas de bronce que sellaban sus tapas. Un gesto que no solo rompe con el respeto por los difuntos, sino que también revela el profundo deterioro moral y social que arrastra la Isla.
La denuncia llegó a través de la página LaTijera, donde un seguidor compartió su experiencia al visitar el camposanto para llevar flores a las madres fallecidas de su familia. Lo que esperaba que fuera un momento de recogimiento, se convirtió en una pesadilla: estructuras destruidas, maleza por dondequiera y un silencio que delataba abandono. Ni rastro de las autoridades, ni un alma velando por la dignidad de los que allí reposan.
«¡Ya ni los sepulcros respetan!», soltaron con rabia desde la publicación, que se ha regado como pólvora en redes sociales, generando reacciones de tristeza, enfado y frustración. Las imágenes hablan solas: tumbas abiertas, bronce arrancado a la fuerza, lápidas agrietadas por el tiempo y por el olvido.
Y mientras tanto, las autoridades municipales parecen mirar para otro lado. La Dirección de Comunales de Guanabacoa no ha dado señales de vida, mucho menos soluciones. El saqueo de metales no es nuevo en Cuba, pero ahora los cementerios también están en la lista de lugares vulnerables, en medio de una crisis económica que no deja espacio para la ética ni el sentido común.
Con la demanda de bronce y cobre disparada por el mercado negro, estos robos se han vuelto cada vez más frecuentes. Pero más allá del valor material, lo que se está perdiendo es el respeto a la memoria, a la historia y al dolor ajeno. Porque en ese camposanto no solo hay huesos, hay vidas enteras que una vez existieron y merecen descanso.
Vecinos, familiares y usuarios en redes alzaron la voz pidiendo acciones reales. Reclaman vigilancia, restauración y, sobre todo, dignidad. “La desidia y el hambre están acabando hasta con los muertos”, escribió alguien con el corazón en la mano. Y es que ya no queda lugar en Cuba donde el abandono no se haga notar.
Mientras el pueblo grita, las tumbas siguen abiertas… y el silencio de quienes deberían responder se vuelve cada vez más ensordecedor. ¿Hasta cuándo seguiremos dejando que hasta lo más sagrado se lo trague la crisis?