La crisis energética en Cuba sigue dando candela, y no precisamente de la buena. El panorama eléctrico del país se ha convertido en un calvario diario, con apagones que no dan tregua y cifras que marean a cualquiera.
Este sábado, la cosa fue un apagón eterno: 24 horas completas con afectaciones que llegaron a rozar los 1384 megavatios a las 9 de la noche, justo cuando más falta hace tener corriente para cocinar, cargar el móvil o simplemente no quedarse a oscuras.
Y el domingo no pintó mejor. La jornada arrancó con apenas 2130 MW disponibles para una demanda que rozaba los 2800 MW, lo que se traduce en un déficit de 750 MW desde temprano. Al mediodía, ya la UNE calculaba que seguiría el baile con unas afectaciones de 700 MW. Pero como si eso no bastara, para la noche se espera un panorama aún más feo: 1000 MW de déficit y hasta 1070 MW en cortes eléctricos en pleno horario pico.
¿La raíz del problema? Un sistema eléctrico que está en terapia intensiva.
Varias termoeléctricas están fuera de combate. Algunas por averías —como la Unidad 2 de Felton y la Unidad 5 de Diez de Octubre—, y otras por mantenimiento, como si el país pudiera darse el lujo de desconectar máquinas en medio del caos. Además, hay 357 MW fuera del aire por problemas técnicos y para colmo, la escasez de combustible mantiene a 79 centrales de generación distribuida fuera de servicio, lo que representa una pérdida brutal de 480 MW.
Por más que intenten maquillar la situación, ni siquiera las plantas diésel que van reactivando al paso logran aliviar el apagón general. Apenas se espera que se recuperen 70 MW, un suspiro en medio del incendio.
Y sí, los parques solares ahí están, generando energía limpia. Pero los 1189 MWh que produjeron los 11 nuevos parques fotovoltaicos no alcanzan ni para empezar a cubrir las necesidades de un país entero. Es como querer apagar un incendio con un cubito de agua.
Mientras tanto, la gente en la calle sigue guapeando con estos apagones eternos, que afectan lo mismo al que cocina con arroz eléctrico que al que necesita refrigerar una medicina. La salud, la alimentación, el transporte… todo está patas arriba por culpa de un sistema que hace rato dejó de sostenerse.
Y lo más triste es que no hay solución a la vista. Cada día sin luz es un recordatorio de cuánto se ha dejado caer el sistema eléctrico cubano, y de que el cubano de a pie, como siempre, es el que termina pagando los platos rotos. ¿Hasta cuándo? Esa es la pregunta que nadie en el poder parece querer responder.
