En medio del caos migratorio que vive la frontera sur de Estados Unidos, una madre cubana enfrenta su propia batalla por la vida. Se llama Daelmis Nodarse Álvarez, tiene tres hijas pequeñas, un diagnóstico de cáncer y un único deseo: reunirse con su esposo en Miami y recibir tratamiento médico antes de que sea demasiado tarde.
Desde hace meses está varada en México, sin posibilidades reales de recibir atención médica adecuada ni de avanzar en su proceso migratorio. Su historia, aunque desgarradora, no es única. Representa el drama de tantos cubanos que se lanzan a la travesía con la esperanza de una vida mejor, pero acaban en un limbo entre la frontera, la burocracia y la desesperanza.
“Aquí me levanto cada día sin saber si mañana voy a seguir viva”, confesó entre lágrimas a Univisión Noticias. El cáncer le afectó el brazo, pero lo que más la consume no es la enfermedad, sino la incertidumbre y el miedo constante de ser deportada a Cuba, donde asegura que su familia ha sido perseguida por motivos políticos.
Del otro lado del drama, en Miami, está Joel Pérez, su esposo. Hace cuatro años salió de la isla huyendo de la represión del régimen cubano. “Llevo cinco años sin abrazar a mis hijas. Las veo por una cámara, pero eso no es vida, ellas me necesitan aquí”, contó con la voz quebrada.
Joel ha trabajado duro desde su llegada a EE.UU. Guardó peso sobre peso hasta reunir lo necesario para que su esposa e hijas pudieran llegar a México con una cita ya asignada mediante la app CBP One. Pero justo cuando parecía que la puerta se abría, el cambio de administración y el cierre del programa les arrebató la posibilidad de entrar legalmente al país.
Ahora, la única esperanza que les queda es una visa humanitaria que permita a Daelmis cruzar la frontera y acceder al tratamiento que podría salvarle la vida. Joel no pide ayuda económica, solo una oportunidad para cuidar a su familia en paz. “Yo me comprometo a cubrir todos los gastos. Solo necesito que me dejen tenerlas conmigo. Si las deportan, es como condenarlas a todas”, imploró.
Este caso no es solo una historia triste, es un grito que pide humanidad. Una familia rota por la política, la enfermedad y la distancia, que clama por justicia en medio del caos migratorio que golpea cada vez más fuerte a quienes solo buscan vivir sin miedo.