En Cuba, si hay algo que no falla es el guion de las promesas repetidas. Este fin de semana, el primer ministro Manuel Marrero Cruz volvió a tomar el micrófono para asegurar que la gran prioridad del gobierno es rescatar el Sistema Eléctrico Nacional. Y como si el pueblo no estuviera ya agotado de tantas palabras vacías, soltó que están metidos de lleno en nuevas inversiones, con los parques solares en la mira como salvación.
Durante una visita por Gibara, en la provincia de Holguín, Marrero soltó que “se está trabajando para que en el verano la situación sea mejor”. Pero, como ya es costumbre, no soltó ni una cifra clara ni un dato técnico que permita a la gente creer que esta vez va en serio. El diario Granma, siempre al pie del cañón con la narrativa oficialista, recogió sus declaraciones como si de una buena noticia se tratara. Pero en la calle, la película es otra.
Con más de 15 horas de apagones diarios, la gente ya no sabe si reír o llorar. Los ventiladores son puro adorno, los alimentos se pudren en los refrigeradores y la desesperación sube como el calor en pleno mediodía de agosto. En medio de ese panorama, es difícil tragarse el cuento de que ahora sí viene el cambio.
Marrero habló de ir “poco a poco viendo los resultados”, como si el país pudiera seguir esperando en cámara lenta. También sacó de la manga su mantra favorito: el esfuerzo local. Invitó a los cubanos a sembrar organopónicos con madera rústica y regaderas improvisadas, para tener comida en 30 días. Pero cualquiera que viva en Cuba sabe que conseguir semillas, tierra buena o simplemente agua, no es tarea fácil ni con magia.
En su discurso, Marrero también pidió cambiar mentalidades y no dejar que los colectivos “pierdan el ánimo” por culpa de dirigentes incapaces. Lo curioso es que no reconoció que esos cuadros fallidos no llegaron solos a sus cargos, sino que fueron puestos ahí por el mismo sistema que él representa. ¿Entonces de quién es la culpa?
Habló de los ancianos, de lo engorroso que es tramitar papeles o conseguir medicamentos en los campos, y de los problemas eternos con la tierra en usufructo. Pero más allá de palabras, no ofreció soluciones concretas, solo más llamados a no tolerar la mediocridad.
Y por supuesto, no podía faltar el clásico villano de siempre: el embargo. Según él, sigue siendo la raíz de todos los males, aunque también soltó que no se debe permitir el “autobloqueo”, esa nueva palabrita con la que ahora pretenden culpar a cualquiera, menos al gobierno.
La inversión en energía solar suena bien en teoría. Pero con hospitales en ruinas, escasez de alimentos, salarios que no dan ni para un par de libras de arroz, y una población que ya no cree en discursos, cuesta mucho pensar que unas placas solares vayan a iluminar lo que años de abandono han dejado completamente a oscuras.