Si algo sabe hacer el “profesor Mentepollo” es mezclar verdades como puños con carcajadas que duelen. En su más reciente monólogo, el humorista cubano Carlos Gonzalvo se fue con todo y retrató —entre risa y risa— una de las realidades más tristes (y absurdas) que vivimos los cubanos: esa “igualdad social” donde da lo mismo tener un doctorado que saber freír croquetas.
Con su clásico tono sarcástico, Mentepollo soltó una de esas frases que te hacen soltar la risa… y después te dejan pensando por media hora: «Aquí hay igualdad social, aquí todo el mundo es igual: usted puede tener cuatro maestrías, tres doctorados, 12 carreras y usted vive igualito que el que no estudió».
Y sí, aunque parezca chiste, es puro realismo mágico tropical.
Detrás de ese humor punzante hay una crítica directa al drama que se vive en Cuba: miles de profesionales altamente calificados que, por culpa de salarios ridículos y una inflación galopante, terminan dejando sus carreras para ganarse la vida en lo que aparezca. Aquí el que no se reinventa, se apaga.
Mentepollo no se quedó solo en la teoría. Puso ejemplos del día a día que nos suenan demasiado familiares.
Contó que uno va a una pizzería y la que te atiende es informática. Lavas el carro y el que lo friega es ingeniero termoenergético. Vamos, que en Cuba cualquier “cuentapropista” puede tener más currículum que el director del MIT.
Y por si fuera poco, soltó esta joya tragicómica: “El otro día en Centro Habana iba una señora en un bicitaxi y el bicitaxi cogió un bache, y ella, pobrecita, salió volando. Se cayó, se dio un golpe en el pie, se le dislocó el tobillo. ¿Quién se lo entablilló? El bicitaxero: era ortopédico.”
¡Ríete tú del sistema de salud!
El sketch fue un éxito, sí, pero también dejó un sabor amargo: en Cuba, la educación superior ya no es garantía de nada. El esfuerzo de años se va por el caño cuando el salario no te alcanza ni para un cartón de huevos, y eso sin contar que los precios suben más rápido que el dólar en Revolico.
Mentepollo, como buen cronista del absurdo cubano, nos da con el mazo en la cabeza: el talento se está desperdiciando, la preparación académica se devalúa, y mientras tanto, los profesionales del país terminan sobreviviendo como pueden… con títulos guardados en una gaveta y la dignidad hecha papilla.