En un rincón de La Habana, Heydi Sánchez Tejeda vivió este Día de las Madres con el corazón hecho pedazos. Por primera vez, esta mamá cubana pasó la fecha lejos de su hija lactante, tras haber sido deportada de Estados Unidos sin previo aviso. Su publicación en redes sociales fue sencilla, pero cargada de una tristeza que estremeció a medio mundo.
Las palabras que compartió tocaron fibras profundas. No había abrazos, ni risas, ni dibujos de crayola este año. Solo la distancia, el vacío y un celular como único puente entre madre e hija. Aun así, las muestras de apoyo no tardaron en llegar. Gente que ni siquiera la conoce le dejó mensajes llenos de cariño y esperanza. “Dios te conceda volver a tener a tu niña entre tus brazos”, le escribió una usuaria, mientras otra la llamó “guerrera valiente”. Y la verdad, lo es.
Heydi no está sola, pero sí está rota. Su caso se ha vuelto una bandera de lo que tantas mujeres cubanas enfrentan cuando el sueño de una vida mejor se convierte en una pesadilla de separación forzada. Su hija, que apenas tiene un año, quedó en Estados Unidos bajo el cuidado del padre. Pero la niña no entiende de leyes ni de políticas: solo sabe que mamá no está, y eso le duele.
Cada día, Heydi se para en la esquina a cazar señal para hacer videollamadas. En esas breves conexiones, la bebé intenta tocar la pantalla como si pudiera acariciar a su mamá, y las dos lloran al unísono. “Mi hija me necesita”, dijo entre lágrimas en un video dirigido al presidente Donald Trump, pidiéndole piedad. La escena es tan fuerte que te rompe el alma, aunque no seas madre.
La deportación ocurrió el pasado 23 de abril, durante una cita de rutina con ICE en Tampa, Florida. Sin antecedentes penales y casada legalmente con un ciudadano estadounidense, Heydi pensó que todo estaba bajo control. Tenía incluso una petición familiar en trámite. Pero el golpe fue seco: la sacaron del país sin darle chance de defenderse.
Desde entonces, vive en un limbo emocional y legal. En La Habana, siente que le arrancaron la mitad del pecho, como confesó en una entrevista. Y no es una metáfora cualquiera: su hija aún lactaba cuando la separaron.
Su esposo, Carlos Yuniel Valle, ha hecho pública su denuncia. “Mataron en vida a una madre, a un padre y al futuro de una niña”, escribió, con un dolor que también es rabia. La pequeña ha tenido que recibir atención médica por el trauma de la separación. Y mientras tanto, la familia espera una respuesta que no llega.
El caso ha puesto a temblar redes sociales y llegó incluso al Congreso de EE.UU. La congresista Kathy Castor, demócrata por Tampa, se reunió con el esposo de Heydi y pidió que se le permita regresar por razones humanitarias urgentes. Su colega, la republicana María Elvira Salazar, también levantó la voz, señalando que esto es justamente lo que se debe evitar con una reforma migratoria compasiva.
La abogada de Heydi, Claudia Cañizares, no se ha quedado callada. Asegura que el proceso estuvo lleno de fallos y que su clienta tenía derecho a permanecer mientras se resolvía su caso. Ahora, todo está enredado en un proceso legal que podría tardar años, mientras la niña sigue creciendo lejos de su madre.
Heydi, desde Cuba, se ha convertido en símbolo de las madres migrantes partidas por decisiones sin corazón. Aun con el alma hecha trizas, se mantiene firme. “Me la arrancaron de los brazos”, repite. Y con cada amanecer, sale a buscar señal, como quien busca el milagro de volver a abrazar a su hija.