Lo que un día fue símbolo de lucha y trinchera ideológica frente al “enemigo histórico”, hoy se alquila como si fuera una casa de fiestas. La icónica Tribuna Antiimperialista José Martí, plantada justo frente a la embajada de Estados Unidos en La Habana, ha cambiado de ropaje. Ya no se viste solo de consignas y pancartas: ahora se alquila por hasta 28 mil pesos cubanos diarios para eventos de todo tipo.
Así lo anunció sin tapujos el portal oficialista Cubadebate, que publicó un contenido patrocinado anunciando el nuevo uso de este espacio. Sí, leíste bien: contenido patrocinado. Porque en esta Cuba de 2025, hasta el “antiimperialismo” tiene tarifa.
Con áreas techadas y espacios al aire libre listos para cualquier sarao, la antigua tribuna de discursos fogosos y conciertos revolucionarios abre sus puertas a personas naturales y jurídicas que quieran celebrar actividades “culturales, educativas, deportivas o similares”. La frase es vaga, pero el mensaje es clarito: lo que antes fue trinchera, ahora es negocio.
En su nota, los gestores del espacio insisten en que esta apertura es coherente con “las actualizaciones normativas de la política económica”. Es decir, el Estado cubano le pone sombrilla al capitalismo, pero le sigue echando el cuento de la “Batalla de Ideas”. Una cosa es lo que se dice, y otra muy distinta lo que se hace.
Por si tienes curiosidad, los precios no son para cualquier bolsillo. Un salón climatizado con espacio para 100 personas cuesta 13,741.29 CUP al día. Si buscas algo más exclusivo, hay salas de protocolo: una para 50 personas, otra más chiquita para 20, ambas a 15,543 CUP. ¿Te da por celebrar bajo las estrellas? El espacio exterior para eventos nocturnos se alquila por la friolera de 28 mil CUP diarios. Y si eres de los que quiere algo fijo, puedes hasta rentar una oficina en el edificio administrativo.
Este viraje del sitio —de símbolo combativo a activo inmobiliario— es casi surrealista si se piensa en cómo nació. Fue idea de Fidel, por supuesto. Se levantó en solo 80 días con la participación de casi 2 mil trabajadores de varias provincias, todo en pleno furor del regreso de Elián González y la llamada Batalla de Ideas.
Ubicada frente a la entonces Oficina de Intereses de EE.UU., la tribuna fue escenario de marchas, protestas y conciertos que marcaban la postura oficial cubana frente a las políticas de Washington. Un espacio con toda la carga simbólica del enfrentamiento ideológico.
Pero con los años, el tiempo y el salitre hicieron lo suyo. La estructura comenzó a deteriorarse, y en 2019 fue sometida a una reforma importante. Se quitaron las astas del “Monte de las Banderas”, corroídas y oxidadas. También desmontaron los arcos metálicos que simbolizaban la unidad del pueblo. Todo eso dio paso a una nueva estructura de hormigón en forma de bandera, que no fue precisamente bien recibida por la gente: la rebautizaron “la guillotina” en redes sociales.
Y mientras el vicepresidente del gobierno provincial en su momento aseguraba que la tribuna seguiría siendo un bastión ideológico, la realidad ha tomado otro rumbo. El discurso se quedó atrapado en los eslóganes, pero la práctica lo contradice descaradamente.
Al final, lo que se alquila no es solo un espacio físico. Se está alquilando el símbolo. Se monetiza la épica. Lo que alguna vez se presentó como “sagrado” ahora se ofrece al mejor postor, sin importar si es para un taller empresarial, una fiesta de fin de año o una feria de manualidades.
En una Cuba golpeada por la crisis, donde todo vale si deja algo en la caja, la Tribuna Antiimperialista se convierte en un espejo de la contradicción: un lugar donde el poder simbólico, al alquilarse, también se desinfla. Porque cuando lo que fue símbolo se vuelve mercancía, lo que se pierde no es solo dinero… se pierde el relato.
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