El Parlamento cubano tiene previsto sentarse en julio a debatir un anteproyecto de Ley del Registro Civil que podría marcar un cambio importante: permitir que cualquier persona cambie el sexo en su carnet según cómo se autoperciba, sin tener que pasar por el quirófano ni por un tribunal.
Sí, así como lo lees. Ya no haría falta una cirugía de reasignación de género para hacer coincidir los papeles con la identidad, algo que, aunque ya estaba permitido legalmente, era casi ciencia ficción conseguirlo con el estado actual del sistema de salud en la isla. La cosa no es solo legal, es también económica… y ahí es donde empieza a cojear el discurso.
Entre aplausos oficiales y reclamos que no se apagan
La noticia la soltó Cubadebate, explicando que el anteproyecto ha sido revisado por el CENESEX, ese mismo que dirige Mariela Castro. Ella misma dejó claro que, aunque este paso es importante, todavía le falta sazón al asunto. ¿La queja? Que el texto sigue viendo el mundo en solo dos colores: masculino y femenino. Las personas no binarias siguen siendo invisibles en blanco y negro.
El anuncio coincidió con la “conga contra la homofobia” en El Vedado, un desfile autorizado y escoltado por el oficialismo, donde no faltaron las pancartas de “Socialismo sí, transfobia no”. Pero entre tambores y banderas, también se escuchaban voces pidiendo más que desfiles.
“Como persona trans, lo que pido es una ley de identidad de género”, soltó Yoilán Balón a The Associated Press, como quien dice “gracias por la flor, pero lo que necesito es el jardín completo”. Porque a estas alturas, Cuba sigue sin una legislación clara y completa que proteja verdaderamente los derechos de las personas trans.
Una reforma a medio camino en un país con muchos baches
Hoy por hoy, si vives en Cuba y quieres cambiar el sexo en tus documentos, necesitas haber pasado por una cirugía de reasignación… algo que está en pausa, porque el sistema de salud no da más ni para eso ni para muchas otras cosas.
Con este nuevo proyecto, ese requisito quirúrgico desaparecería. Pero la alegría es parcial, porque el reconocimiento legal sigue limitado al binarismo. Es decir, si no te identificas estrictamente como hombre o mujer, el sistema sigue sin saber qué hacer contigo.
Esta ley forma parte de un paquete más grande que el Consejo de Ministros quiere poner en marcha, incluyendo una ley para la niñez, normas sobre el deporte y hasta una nueva Ley de Contravenciones Administrativas. En teoría, todo apunta a “modernizar” el marco legal para que se parezca un poco más a la Constitución de 2019. Pero, como bien sabemos los cubanos, del dicho al hecho…
Entre tecnología precaria y control con disfraz de modernización
Otro de los bombos que se le ha dado a este anteproyecto es que viene con la informatización del Registro Civil, lo que suena lindísimo en papel… pero que en la práctica suena a cuento chino, especialmente si miras cómo están las oficinas en muchas provincias del país: con computadoras que parecen salidas de un museo y sin internet ni para revisar el correo.
Además, se habla de establecer un régimen disciplinario especial para los registradores, lo que suena más a vigilancia y control desde arriba que a una garantía para el pueblo. Y mientras se agitan banderitas de avance legal, la realidad del día a día sigue marcando retrocesos en otros frentes, como el aumento de la represión contra quienes alzan la voz o se organizan por fuera del guión oficial.
¿Estamos cambiando de verdad o maquillando el sistema?
Esta propuesta legal, aunque puede leerse como un avance hacia el respeto a la diversidad de género en Cuba, no escapa del contexto político en el que nace. Porque modernizar no es solo escribir nuevas leyes. Modernizar es garantizar derechos, reconocer realidades diversas y dejar atrás el miedo a ser quien uno es.
Y mientras eso no se materialice para todas las identidades, seguiremos viendo reformas con nombre bonito pero sin cuerpo sólido. Así que sí, este anteproyecto puede ser un paso adelante, pero todavía nos queda tremendo trecho por recorrer pa’ que en Cuba ser tú mismo no sea un acto de valentía, sino simplemente parte de vivir en libertad.
