En Cuba, donde cualquier noticia puede convertirse en una novela de suspenso, la polémica no tardó en prenderse como pólvora cuando Cubadebate —sí, el mismo sitio oficialista— lanzó un anuncio bien curioso: la Tribuna Antiimperialista José Martí podía alquilarse para “eventos de todo tipo”, desde fiestas hasta ferias, a cambio de billetes… muchos billetes. Pero el anuncio duró menos que una fritura caliente: en un abrir y cerrar de ojos, desapareció sin explicación.
La publicación, marcada como “contenido patrocinado”, ofrecía las áreas techadas y al aire libre del icónico sitio frente a la Embajada de Estados Unidos, un espacio que siempre fue emblema del discurso revolucionario. El objetivo, según decían, era permitir su uso para actividades culturales, educativas, deportivas y sí, también empresariales. Pero al pueblo eso no le cayó muy bien que digamos. ¿La tribuna de Fidel, alquilada para una reunión de oficina o un cumpleaños con cake y reguetón?
Las redes sociales se pusieron al rojo vivo. Los comentarios llovieron como aguacero de mayo. Y como quien mete la pata y quiere recogerla rápido, Cubadebate retiró la nota sin decir ni esta boca es mía.
Ante el revuelo, Pedro Lizardo Garcés Escalona, quien dirige el Consejo Popular Rampa —zona donde está enclavada la famosa Tribuna— salió al paso por Facebook. Aunque nunca mencionó directamente a Cubadebate, aclaró que por ahí andaban diciendo que la Tribuna estaba “en venta o subasta”, y que esa imagen no se ajustaba a la realidad.
Garcés explicó que el lugar necesita ingresos para mantenerse a flote, sobre todo por el desgaste constante del salitre y los recortes presupuestarios. En ese contexto, se habría propuesto alquilar tres salones internos, pero solo para instituciones estatales, y solo si eso no interfiere con los actos políticos ya programados.
Aseguró con firmeza que el carácter político y fundacional de la Tribuna “no será alterado”. Según él, el espacio no estará disponible para fines privados que se desvíen de su esencia original. Como quien dice: pa’ lo que sea, menos para pachangas sin bandera.
En varias publicaciones más, Garcés dejó claro que “la Tribuna seguirá siendo del pueblo y de Fidel”, y que todo lo que se ha dicho sobre su alquiler es, según él, puro invento. Incluso contó que se reunió con Randy Alonso, el director de Cubadebate, para hablar de patria, compromiso y otras cosas bien serias.
Pero lo cierto es que el anuncio existió, y fue detallado. El espacio ofrecía salones con aire acondicionado para reuniones de hasta 100 personas por casi 14 mil pesos diarios. Otros dos salones más pequeños costaban más de 15 mil CUP al día. Y si querías hacer una actividad al aire libre con hasta 120 personas, eso salía en 28 mil pesos diarios. Hasta oficinas se alquilaban dentro del complejo, con precios por metro cuadrado que hacían sudar frío a cualquiera.
Todo esto lo justificaban bajo el paraguas de las “actualizaciones normativas de la política económica” del país en 2025. O sea, una forma de decir: necesitamos dinero, y rápido.
Pero el escándalo se armó tan grande que prefirieron borrar el rastro. Y eso, lejos de calmar las aguas, hizo que la indignación creciera. El activista Magdiel Jorge Castro fue uno de los que se tiró de pecho en redes sociales, acusando al oficialismo de esconder su metida de pata. “Se avergüenzan de su propia incompetencia”, escribió. Acompañó su mensaje con una caricatura hecha con inteligencia artificial donde se leía: “Se alquila-ba”, junto a una bandera de la Tribuna y un cartel digital de “404 – página no encontrada”.
El sarcasmo también se coló en el debate. La usuaria Yaiset Rodríguez Fernández, por ejemplo, bromeó en Facebook con una escena ficticia: “—Hola, ¿es la Tribuna Antiimperialista? —Sí, ¿qué desea? —Celebrar los 15 de la niña…”. La burla fue directa al grano: el contraste entre el discurso oficial y la dura realidad del país.
En fin, lo que iba a ser una forma de “preservar el legado” terminó siendo un bochorno. La falta de claridad y el secretismo con el que se manejó el asunto no han hecho más que alimentar la desconfianza de la gente. Porque cuando un símbolo ideológico de esa magnitud se ofrece en alquiler —aunque sea solo por unas horas y solo a instituciones estatales— lo menos que se espera es transparencia.
Pero bueno, como decimos en Cuba: “el que no quiere caldo, le dan tres tazas”. Y en este caso, las tazas vinieron cargadas de críticas, memes y más preguntas que respuestas. ¿Se trató de un intento fallido de adaptación económica? ¿Un experimento? ¿Un desliz? Quién sabe. Lo único claro es que la Tribuna Antiimperialista pasó, en cuestión de horas, de ser símbolo de batalla… a casi convertirse en salón de fiestas.