En Cienfuegos se encendieron todas las alarmas este lunes con la detención de Yordenis Torres Mendoza, un hombre acusado por vecinos y activistas de protagonizar uno de los actos más crueles y perturbadores que se recuerdan contra animales en Cuba. Lo que encontraron en su casa parecía sacado de una película de terror: un “cementerio” improvisado con decenas de cadáveres de perros, gatos y hasta otras especies. Un horror que no cabe en la cabeza de nadie.
La denuncia saltó primero en redes sociales, gracias al activista Maikel Hernández, quien no solo reveló la identidad del sujeto, sino que también compartió imágenes y detalles del caso que helaron la sangre a más de uno. La vivienda del acusado, en el reparto La Juanita, se convirtió en el centro de un operativo conjunto entre vecinos, defensores de animales, agentes de la Policía Nacional Revolucionaria y el jefe de sector del barrio. Fue en plena Avenida 5 de Septiembre donde lograron capturarlo.
Durante la intervención se rescataron tres animales vivos, aunque visiblemente maltratados: dos perras y una chiva. Todos fueron trasladados al refugio “Salud Animal Mila & Luna”, donde ahora están recibiendo atención médica y el cariño que les faltó en ese infierno.
Pero lo que realmente estremeció a la comunidad fue lo que se encontró dentro de la casa: restos de animales enterrados por decenas, víctimas, según los activistas, de abusos sexuales y asesinatos. Maikel Hernández fue contundente al describir la escena: “Una pesadilla. Decenas de seres inocentes, brutalmente maltratados y asesinados”.
Este caso destapa una herida vieja: la inacción del Estado cubano ante el maltrato animal. Aunque existe un Decreto-Ley de Bienestar Animal, muchos coinciden en que la ley se queda corta y, peor aún, pocas veces se aplica con el peso que merece. Activistas temen que este caso, a pesar de su gravedad, termine engavetado.
Hernández lo dijo claro: “Hoy se salvaron tres vidas, pero hay muchas más que no corrieron con la misma suerte”. Su llamado a no callar es un eco que resuena entre los defensores de animales en toda la Isla.
Yenney Caballero, otra activista que ha seguido el caso de cerca, celebró la detención como una pequeña victoria, aunque no ocultó su tristeza al confirmar que dos perras que solían estar en la vivienda ya no estaban allí. Según escribió, “perdieron la vida en sus manos”. También agradeció la colaboración ciudadana y el respaldo de quienes ayudaron a difundir la denuncia.
En realidad, las señales venían desde hacía rato. En redes sociales ya se había alertado sobre los actos de crueldad cometidos por este hombre, sin que las autoridades actuaran con firmeza. Lo de Cienfuegos es apenas una muestra del patrón que se repite en otras provincias.
En La Habana, por ejemplo, se denunció hace poco la venta ilegal de un aura tiñosa herida, puesta a la venta en redes como si fuera un artículo de segunda mano. En el Cerro, otro hecho indignó al país: un perro apareció apaleado y tirado en un basurero, una escena desgarradora que se viralizó sin que nadie diera una respuesta oficial.
Todo esto deja una sensación amarga. Porque el abuso animal no es una rareza en Cuba, sino una problemática que crece a la sombra del desinterés institucional. Mientras tanto, son los activistas, los refugios, y la gente de a pie quienes salen a ponerle rostro, nombre y denuncia a estos horrores.
Y aunque hoy se puede decir que en Cienfuegos se ganó una batalla, la guerra por la protección animal en Cuba aún está lejos de terminar. Aquí lo que hace falta no son solo leyes, sino voluntad real para hacerlas cumplir. Y mientras eso no llegue, toca seguir denunciando, visibilizando y, sobre todo, salvando vidas, una por una.
