En la Cuba de hoy, hablar de internet sin censura es casi un sueño. Y si ese sueño viene con nombre y apellido como Starlink, pues ya te imaginarás cómo se pone el gobierno: con los pelos de punta. No es para menos, porque una red satelital libre y veloz como esa pone en jaque el monopolio de ETECSA, esa única “ventanita” por donde se puede mirar el mundo digital… siempre bajo vigilancia.
Pues resulta que esta semana, las autoridades cubanas volvieron al ataque. El vicejefe primero de la Aduana General de la República, Wiliam Pérez González, soltó la bomba en la red social X (antes Twitter). Contó que detectaron otro intento de colar antenas Starlink a la isla, esta vez nada menos que siete. La jugada incluía camuflaje: escondidas dentro de televisores y revueltas con otros bultos, todo esto en un cargamento que llegó a la terminal de carga del aeropuerto de La Habana.
El funcionario fue escueto, como siempre: “Se aplicaron las medidas establecidas”, dijo, sin dar ni pista sobre quién estaba detrás del intento ni desde qué país venían las antenas. Eso sí, dejó claro que la vigilancia está a todo tren y que no piensan soltar la rienda en eso de controlar el acceso a la red.
Esto no es un caso aislado. En abril ya habían pillado un trío de Starlink escondidas en televisores en Holguín, también procedentes de Estados Unidos. En ese entonces, Pérez se llenó la boca hablando de la “pericia” de sus agentes, orgulloso de que ni con malabares logran pasarle gato por liebre a la Aduana.
La cosa va más allá del simple decomiso. El gobierno está desatando una cruzada tecnológica, y SpaceX —la empresa de Elon Musk que opera Starlink— está en la mira. Recientemente, la Unidad Presupuestada Técnica de Control del Espectro Radioeléctrico (UPTCERCuba) le cayó con todo, acusándola de violar leyes de Estados Unidos, normas internacionales y actuar como “bandido digital”. Así mismito lo dijeron.
Todo este show no es casualidad. Lo que está en juego es el control total de la información en la isla. Que un cubano pueda conectarse sin filtros ni censura, sin tener que pasar por los ojos de ETECSA, es una amenaza directa al sistema. Por eso, aunque el mundo siga avanzando, en Cuba seguirán apretando tornillos para que ni una antenita se les escape del radar.
La historia se repite, y cada antena decomisada es una señal de que muchos siguen buscando formas de romper el cerco informativo. Porque más allá del control, la censura y los decomisos, lo que hay es una verdad innegable: el pueblo cubano quiere conectarse al mundo sin miedo ni trabas. Y eso, por más que lo repriman, no lo pueden detener tan fácil.
