El doctor Lucio Enríquez Nodarse, conocido por su defensa firme de los derechos humanos, alzó la voz desde sus redes para pedir algo claro y directo: que el senador Marco Rubio impulse la reactivación del Parole para médicos cubanos. Según explicó, esa sería la única vía real y efectiva para proteger a los galenos que hoy siguen siendo explotados en las famosas misiones médicas que el gobierno cubano reparte por el mundo.
La solicitud, publicada en una carta a través de Facebook, no es una simple opinión. Enríquez reconoce el trabajo que Rubio ha hecho para denunciar estos abusos, pero le advierte que la maquinaria represiva del régimen no ha parado ni un segundo, incluso cuando intentan maquillar las cosas.
Como ejemplo de esa “nueva pintura”, el médico menciona lo que está ocurriendo en Bahamas, donde supuestamente ahora los colaboradores reciben el pago directo de sus salarios. Pero según explica, eso no cambia nada. Los médicos, tras cobrar, deben girar gran parte de ese dinero a una cuenta controlada por el gobierno cubano, y el que se resista, termina expulsado de la misión sin miramientos.
Peor aún, si deciden romper con el sistema y marcharse, el castigo viene rápido y fuerte. A los desertores no se les permite continuar ejerciendo en el país anfitrión, todo gracias a la presión que La Habana mete a las autoridades locales. El mensaje es claro: o cumples con las reglas del juego… o te sacan de la cancha.
Frente a este panorama, Lucio no se anda con rodeos: el único camino viable es reactivar aquel viejo programa Parole que Estados Unidos implementó en 2006 y que fue cancelado durante la era Obama. Gracias a ese mecanismo, muchos médicos pudieron escapar de una forma de esclavitud moderna camuflada de solidaridad.
“Volver a poner en marcha este programa sería como romper las cadenas para cientos de profesionales que solo quieren ejercer su vocación sin ser usados como piezas políticas”, afirma Enríquez con convicción.
El Parole para médicos cubanos fue un salvavidas durante más de una década. Aunque ya no está vigente, muchas organizaciones siguen clamando por su regreso, denunciando que las misiones médicas no son lo que aparentan, sino una forma de trata laboral encubierta, disfrazada de ayuda humanitaria.
El testimonio de Enríquez pone en la mesa un debate incómodo, pero urgente. ¿Hasta cuándo se seguirá vendiendo al mundo una imagen altruista, mientras detrás del telón los verdaderos protagonistas viven bajo amenaza y explotación?
Si el Parole vuelve, quizás muchos médicos cubanos podrán, por fin, ejercer su profesión con dignidad y libertad, sin tener que seguir cargando con el peso de un sistema que los ve más como recursos que como seres humanos.