La cosa está dura, y no solo en la mesa: los resultados del examen de Matemática para entrar a la universidad en Guantánamo dejaron claro que la educación en Cuba también anda con muletas. Con menos del 50% de los estudiantes aprobados, el fracaso no se puede tapar con un dedo. Lo que antes era difícil, pero alcanzable con empeño, ahora parece una travesía imposible.
El país entero atraviesa una crisis institucional que lo empapa todo, y la escuela no se salva del aguacero. Falta de maestros, abandono del rigor académico, clases cortadas por apagones… y como si fuera poco, la motivación se ha ido por el tragante, sobre todo desde que el propio gobierno dejó saber que aunque suspendas el examen puedes entrar a la universidad por otras vías. Así, ¿quién se mata estudiando?
El periódico Granma informó que las pruebas de ingreso para el curso 2025-2026 serían los días 6, 9 y 13 de mayo, cubriendo Matemática, Español e Historia. Pero ya desde antes se sabía que habría cupos para quienes no aprobaran o ni siquiera se presentaran. Con esa carta sobre la mesa, el espíritu de competencia y esfuerzo se evaporó.
Uno que no se quedó callado fue el Doctor en Ciencias Económicas y profesor de la Universidad de Guantánamo, Javier Pérez Capdevila, quien le entró con todo al asunto desde su perfil en Facebook. Según él, esto no es solo un mal resultado, sino la punta del iceberg de una crisis más profunda, que afecta tanto la salud mental como la equidad del proceso educativo.
Con apenas un 47.2% de estudiantes aprobados, Capdevila explicó que los apagones en los días previos al examen les troncharon la preparación a muchos jóvenes. Y como si fuera poco, durante la prueba el calor era insoportable, las aulas estaban oscuras y mal ventiladas. ¿Quién puede rendir en esas condiciones?
Desde su visión como académico, detalló cómo el estrés constante, causado por la incertidumbre eléctrica, eleva los niveles de cortisol y dificulta la memoria y la concentración. Por si no bastara, dormir mal por los apagones y el calor también termina afectando el rendimiento cognitivo.
Capdevila criticó además el enfoque pedagógico de la prueba: no se puede considerar justo un examen que evalúa la resistencia física más que el conocimiento. Según él, las condiciones mínimas que exige cualquier proceso educativo —iluminación, temperatura y ventilación adecuadas— brillaban por su ausencia.
Por eso, propuso que repetir el examen no sería un favor, sino un acto de justicia. Como bien dijo: “Esto no se trata de regalar notas, sino de corregir un proceso fallido desde su raíz”. A su juicio, ningún joven debería ser juzgado por cuánto aguanta el calor o la oscuridad, sino por lo que realmente sabe.
Y lo peor es que Guantánamo no es un caso aislado. La educación en Cuba lleva rato haciendo aguas por todas partes. Ya en 2024, en Ciego de Ávila, los resultados en el examen de Historia de Cuba también fueron alarmantes: solo el 65% aprobó, y eso que se trataba de una materia donde antes la mayoría salía airosa.
De unos 500 estudiantes, más de un tercio no logró pasar, confirmando que el deterioro no es momentáneo ni casual, sino parte de un colapso estructural que se ha ido cocinando a fuego lento y ahora muestra su rostro más crudo.
