El empresario estadounidense Palmer Luckey, conocido tanto por su mente inquieta como por sus propuestas fuera de serie, volvió a agitar el avispero con una idea que ha dejado a medio mundo boquiabierto: transformar la Base Naval de Guantánamo en una ciudad ultramoderna, una especie de Singapur criollo, rebautizada como «Liberty City».
Así mismo lo soltó en su cuenta de X (la antigua Twitter), donde propuso sin pelos en la lengua que Estados Unidos expanda la base militar en Cuba y la convierta en un centro tecnológico y económico de primera línea, en pleno Caribe. ¿Futurismo o provocación geopolítica? Pues parece que un poco de las dos cosas.
Luckey, el mismo que se hizo millonario con Oculus VR antes de los 25 años y que luego fundó Anduril Industries, una empresa que crea tecnología de defensa con inteligencia artificial, sueña con levantar en Guantánamo una ciudad con industrias navales, fábricas de armas, lanzamientos espaciales y hasta refinerías de energía, todo en un entorno que, como él mismo dice, es «un paraíso en medio del Caribe».
Pero el toque que encendió las alarmas (y los comentarios en redes) fue su declaración de que cualquier cubano que logre llegar a Liberty City —ya sea a nado, corriendo o en bicicleta— recibiría asilo y empleo para ayudar a construir esta ciudad del futuro. En palabras del propio Luckey: “Arrebatarle al Partido Comunista sus trabajadores clave sería un paso hacia el cambio de régimen. Liberty City sería solo el primer dominó”.
No es la primera vez que este personaje rompe esquemas. Después de vender Oculus a Facebook por la módica suma de 2 mil millones de dólares, Luckey fue prácticamente expulsado de Silicon Valley por sus posturas conservadoras y su apoyo abierto a Donald Trump. Desde entonces, ha logrado posicionarse como una figura influyente en el mundo de la defensa, cerrando jugosos contratos con el Pentágono y compitiendo de tú a tú con gigantes como Lockheed Martin y Northrop Grumman.
Su empresa, Anduril, ya ha metido tecnología punta en la frontera con México y en operaciones militares con drones, y se le considera una pieza clave en la modernización de las fuerzas armadas estadounidenses.
La propuesta de transformar Guantánamo —una base militar que ha sido símbolo de controversia por su prisión y por estar situada en territorio cubano sin el aval del régimen desde hace más de un siglo— no solo sacude la geopolítica, sino que también lanza una directa al corazón del sistema cubano. Y es que La Habana lleva décadas exigiendo la devolución de ese pedazo de tierra que Estados Unidos ocupa desde 1903 bajo un arrendamiento que, para Cuba, es ilegítimo y colonialista.
La idea de convertir esa zona en un escaparate capitalista de alto nivel no es solo un sueño ambicioso, sino una jugada política cargada de simbolismo. Porque más allá del discurso futurista, lo que plantea Palmer Luckey es un pulso directo con el castrismo, a golpe de rascacielos, inversión extranjera y mucha tecnología de punta.
