En medio de tantas malas noticias que nos sacuden cada día, hay historias que nos devuelven la fe en la gente. Una de esas es la de Adriana, una niña guantanamera de apenas 10 años que enfrenta una dura realidad marcada por la parálisis cerebral infantil severa y una desnutrición crónica. Su caso, compartido por el activista Ernesto Pérez Rodríguez en Facebook, tocó tantas fibras que desató una verdadera ola de solidaridad.
En menos de 24 horas, se recaudaron más de 600 mil pesos cubanos —unos 1,650 dólares al cambio informal—, y en cuestión de días, esa cifra subió hasta 881 mil pesos, lo que permitió comprarle una casa digna, equipada y cerca de servicios médicos esenciales.
“El sábado entregamos”, anunció Pérez, visiblemente emocionado. La vivienda, ubicada en una zona más accesible de la ciudad, representa un cambio radical en la vida de Adriana y su madre, quienes vivían en condiciones bastante precarias en la comunidad de Acueducto, en San Antonio del Sur.
Hasta ahora, la madre de Adriana no contaba con ayuda institucional ni asistencia social, y tenía que caminar kilómetros con su hija en brazos para poder llevarla al hospital. Un panorama verdaderamente desgarrador que conmovió a cubanos dentro y fuera de la Isla.
Además de la casa, con los 200 dólares restantes de la recaudación se compró un refrigerador nuevo, esencial para conservar alimentos y medicamentos. Pero eso no fue todo: una marea de apoyo vino desde empresas privadas, mipymes y organizaciones solidarias como Jamaica Corazones Unidos, que donaron desde ollas eléctricas hasta ventiladores recargables y dinero en efectivo.
Una mipyme en Carlos Manuel y 6 Norte se sumó con 20 mil pesos, otra que prefirió mantenerse en el anonimato entregó 80 dólares y un ventilador, y una tienda de electrodomésticos en San Lino y Crombet aportó una olla arrocera y una multipropósito.
La generosidad cruzó fronteras. Varios cubanos en el extranjero también pusieron su granito de arena a través de transferencias por Zelle y otras vías, demostrando que cuando el pueblo se une, no hay obstáculo que no se pueda mover.
Ernesto Pérez agradeció a todos los que compartieron la historia, donaron o simplemente hicieron eco del caso de Adriana. Aseguró que el acompañamiento a la familia no se detiene aquí, porque aún quedan muchas necesidades por cubrir.
Este caso no solo muestra el abandono que sufren muchos hogares con niños discapacitados en Cuba, sino que también resalta el poder de la solidaridad popular cuando se convierte en acción concreta.
En medio del caos, la comunidad se convirtió en el sostén de una madre y su niña, y eso, mi gente, vale más que mil discursos.