La actriz y cantante Iyaima Martínez Navarro no está sola, pero lo parece. En Cuba, donde el talento artístico ha sido durante décadas uno de los orgullos nacionales, hoy las figuras del teatro, la televisión y el cine sobreviven como pueden en medio de una crisis que arrasa sin distinción. Iyaima está enferma. Grave. Y ni su trayectoria ni su entrega al arte han sido suficiente escudo contra el desamparo.
La alerta la dio Hamlet Paredes Grau, actor y colega cercano, quien escribió en Facebook que Iyaima “está en una situación extremadamente difícil” y que necesita Tramadol, analgésicos fuertes, ayuda urgente y todo lo que se pueda donar. Lo dijo sin rodeos. Como se habla cuando no queda tiempo para formalidades. Añadió otro dato que desnuda la magnitud del drama: el padre de Iyaima ha perdido ambas piernas.
Apenas días antes, la actriz Katherine T. Gavilán también había levantado la voz, pidiendo insumos básicos: pañales, sábanas absorbentes, cremas para escaras. Lo que en otros países sería cubierto por un sistema de salud digno, en Cuba se busca entre amigos, familiares, conocidos y viajeros que “puedan traer unas libras”.
Una artista con historia, no una improvisada
Iyaima nació en La Habana en 1974. Se formó en la Escuela Nacional de Instructores de Teatro y desde el año 2000 integra el grupo Punto Azul. Actriz de teatro, televisión y cine, y cantante de géneros como trova, jazz o bolero, ha estado presente en obras y películas clave de la cultura cubana, como Madrigal, La pared de las palabras o José Martí, el ojo del canario. Incluso fue profesora de Voz y Dicción en la Escuela Nacional de Teatro.
Sus premios no son pocos: Premio Terry, Mención del jurado, Premio Vital Teatro. Reconocimientos que, en un país funcional, deberían significar acceso preferente a servicios básicos. Pero en Cuba, lo simbólico no llena el estómago ni cura las heridas.
La otra cara del arte en Cuba
Lo que está ocurriendo con Iyaima no es un caso aislado, y ahí está lo más doloroso. El actor Jorge Losada, de 91 años, ha necesitado sangre y una silla de ruedas. Samuel Claxton no consigue sondas para su tratamiento tras una nefrostomía. Alejandro Palomino ha pedido ayuda para operar a su esposa, también actriz, con una condición cardíaca.
No hablamos de artistas olvidados por el público, sino de rostros conocidos, aplaudidos, queridos. Pero eso no alcanza en un país donde ser artista ya no es sinónimo de prestigio ni de protección, sino de vulnerabilidad.
Mientras los altos funcionarios celebran aniversarios y cumbres culturales, muchos de los que construyeron esa “gloria cultural” viven entre carencias, sin medicamentos, sin condiciones dignas, sin instituciones que respondan.
¿Dónde está el Ministerio de Cultura? ¿Dónde están las organizaciones que deberían asistirlos? ¿Por qué todo se resuelve con donaciones personales?
Una cadena humana contra el olvido
Lo que sostiene hoy a Iyaima es una red de afectos. Gente que da lo que puede. Gente que se moviliza. Gente que no la deja sola. Pero eso no es suficiente. Porque esta no es una batalla que deba librarse solo con amor, sino con recursos, con un sistema de salud que funcione, con dignidad institucional.
La realidad de Iyaima es también la de miles de ancianos, jubilados, enfermos crónicos y ciudadanos de a pie que, sin ser artistas, también dependen de la solidaridad porque el Estado ha dejado de estar ahí.
La enfermedad, como la vejez o la pobreza, no debería ser una sentencia de abandono. Y sin embargo, lo es.
Iyaima Martínez Navarro no pide limosna. Pide vivir con un mínimo de dignidad. Y quienes han trabajado junto a ella lo saben. Por eso no se callan. Por eso piden. Por eso exigen.
