En pleno corazón de La Habana, justo en la esquina de Zapata y Paseo, se alza ahora un local que brilla más que muchas cuadras enteras de la ciudad. Se trata de la cafetería Papi Rey, un negocio privado con luces de neón y ambiente «glamouroso», que llamó tanto la atención de Gerardo Hernández, exespía cubano y actual coordinador nacional de los CDR, que no se pudo resistir y le tiró una foto para las redes.
“Renace una esquina…”, escribió el funcionario en su cuenta de Facebook, celebrando la transformación del sitio que, según él, estaba antes en ruinas. Pero lo que parecía una simple postal se le viró como tortilla caliente: le cayó la crítica como aguacero en agosto.
Muchos cubanos no le pasaron por alto que Gerardo estuviera dándole bombo a un negocio que vende hamburguesas, pizzas y pastas a precios que no están al alcance de la mayoría, justo cuando media isla anda lidiando con apagones y escasez hasta de pan.
Cuando le cayeron arriba en los comentarios, el exespía se defendió diciendo que ni idea tenía de lo que funcionaba ahí: «Pasé de lejos, me llamó la atención cómo se había recuperado la esquina, tiré la foto, y ya. No sabía qué era ni era mi intención entrar en eso.»
Pero, compay, las letras de Papi Rey en luces fosforescentes se ven desde la otra cuadra. ¿Cómo que no sabías?
Los comentarios no se hicieron esperar. Uno de los internautas lanzó la pregunta del millón: “¿Y quién puede tener un local así, en una zona tan privilegiada como Paseo, con todo iluminado, mientras el resto del país está a oscuras?” Otro fue más directo: “Eso es de alguien ‘pesao’, fijo… ahí hay lavado o padrino de alto rango”.
Los cubanos lo tienen claro: no cualquier emprendedor puede montar un negocio así en plena zona congelada, a dos pasos de la Plaza de la Revolución, en una vía por donde pasan todas las caravanas presidenciales. Según los comentarios, el dueño estaría relacionado con los mismos que operan el local Rey & Gaby, en 25 y G, y cuya pareja tendría además presencia en el aeropuerto.
Cuando le preguntaron a Hernández si sabía algo de los precios, la licencia, o si el lugar tiene planta eléctrica propia (porque el resplandor que da es de película), el exespía se lavó las manos: “No sé nada de eso. Solo supongo que si está tan visible, debe cumplir con lo establecido por nuestras leyes”.
Pero eso tampoco convenció a nadie. Otro usuario fue directo al grano: “Ahí no entra cualquier inspector. Por eso sobreviven. Esos lugares los sostienen unos pocos de la élite, no el pueblo.”
El menú no es cualquier cosa: bebidas que arrancan en los mil pesos, y platos que duplican o triplican esa cifra. Con opción de entrega a domicilio, el local se mueve con una soltura que choca de frente con la realidad de muchas mipymes que han tenido que cerrar sus puertas por la falta de acceso al mercado mayorista, la inflación galopante y las trabas que les pone el mismo gobierno.
Entonces, ¿cómo puede sobrevivir un negocio así, en medio de la tormenta económica que atraviesa Cuba?
Esa es la pregunta que muchos se siguen haciendo mientras ven cómo unos pocos pueden brillar con luz propia, mientras el resto del país sobrevive a oscuras… literal.
