La Habana recibió este fin de semana una visita de alto perfil que no pasó desapercibida: Carolina de Mónaco, princesa de Hannover, llegó a la isla acompañada de su hija para asistir a una noche de danza en el Teatro Nacional de Cuba. El motivo no era otro que el estreno de la pieza Core Meu por el Ballet de Montecarlo, compañía que ella misma ha impulsado con fuerza desde hace décadas.
Este regreso marca la segunda visita de la agrupación monegasca a La Habana, una ciudad que siempre le abre los brazos al arte. El espectáculo, como era de esperar, fue un derroche de talento y energía. La pieza, que lleva por título Mi corazón en dialecto napolitano, estuvo cargada de ritmos intensos, con sabor a Mediterráneo y pasos de tarantela, ese baile frenético típico del sur de Italia.
Jean-Christophe Maillot, director artístico del ballet, explicó que el montaje fue pensado para que todos los bailarines estuvieran en escena de principio a fin. “No es lo habitual, pero así reforzamos esa urgencia de bailar, de compartir en comunidad, que tanta falta hace”, comentó con entusiasmo.
Pero la princesa no solo vino por la danza. Este sábado también se dejó ver en La Habana Vieja, donde visitó la Casa Guayasamín y protagonizó un gesto que dejó huella: donó un retrato que el artista ecuatoriano Oswaldo Guayasamín le había pintado en vida. Un acto simbólico y cargado de significado, especialmente en estos tiempos donde, como señaló Abel Prieto, “predomina el egoísmo”.
El presidente de la Fundación Guayasamín, Che Vera, destacó la conexión especial entre Carolina y Cuba, y recordó la vieja amistad entre Guayasamín y Fidel Castro, calificándola de “entrañable”. Fue un momento cargado de nostalgia, historia y vínculos culturales que siguen vivos.
Durante su recorrido por la casa-museo, la princesa también compartió espacio con Viengsay Valdés, actual directora del Ballet Nacional de Cuba, sumando otra estampa simbólica a su visita.
El vínculo entre Carolina y la danza no es nuevo. Desde pequeña, motivada por el amor de su madre, la inolvidable Grace Kelly, por el arte, Carolina soñó con la danza. Y lo llevó más allá: en 1985 rescató al Ballet de Montecarlo, fundado originalmente en 1936, con la misión de proyectar la imagen de Mónaco a través del arte. Desde entonces, su nombre ha estado ligado al apoyo de la cultura.
Hoy no solo es la madrina del ballet, sino también una figura clave detrás de otras instituciones como la Orquesta Filarmónica de Montecarlo, la Ópera, la Fundación Princesa Gracia, y varias plataformas culturales del Principado.