La realeza volvió a pisar tierra cubana. Carolina de Mónaco, también conocida como princesa de Hannover, se reencontró con La Habana este sábado durante una visita oficial que tuvo de todo un poco: cultura, flores, recuerdos y hasta baile mediterráneo en el corazón del Caribe.
Como parte del recibimiento oficial, Miguel Díaz-Canel la recibió en el Palacio de Convenciones. La escena fue más formal que una tarde de té: el gobernante cubano le entregó un ramo de flores y le soltó un cálido «es un placer, bienvenida a Cuba», mientras las cámaras inmortalizaban el momento.
«Me honra regresar», expresó Carolina, quien no pisaba la Isla desde hace una década. Aquella primera visita en 2014 dejó una huella que, según sus propias palabras, ayudó a tejer lazos “muy hermosos” entre ambas culturas.
El arte como puente entre La Habana y Mónaco
La visita de la princesa no fue solo protocolo. Está directamente conectada con el regreso del Ballet de Montecarlo a Cuba, un reencuentro artístico que marca la segunda presentación de esta prestigiosa compañía en la Isla. El viernes subieron al escenario con Core Meu (Mi Corazón), una pieza vibrante y mediterránea, inspirada en la tarantela italiana y dirigida por Jean-Christophe Maillot.
La princesa, fiel a su pasión por la danza, ha estado acompañando a la compañía como lo hizo en 2015, cuando presentaron su versión de Cenicienta en escenarios cubanos.
Durante su estancia, Carolina también visitó la Casa Guayasamín en La Habana Vieja, donde hizo una donación muy especial: el retrato que le pintó el reconocido artista ecuatoriano Oswaldo Guayasamín. En esa caminata por la historia y el arte, la princesa apareció junto a Viengsay Valdés, directora general del Ballet Nacional de Cuba, reafirmando su conexión con la escena cultural cubana.
Una vida dedicada al arte… desde la cuna real
El Ballet de Montecarlo, fundado originalmente en 1936, renació gracias a Carolina hace cuatro décadas, con el objetivo de proyectar la imagen de Mónaco a través del lenguaje universal de la danza. Fue su madre, la legendaria Grace Kelly, quien le sembró el amor por el ballet desde pequeña, y desde entonces, Carolina ha sido mucho más que una figura decorativa en la realeza: ha sido una mecenas entregada a la cultura.
Además de relanzar el ballet, ha presidido instituciones culturales de peso como la Orquesta Filarmónica y la Ópera de Montecarlo, así como fundaciones y festivales dedicados al arte, la música y la jardinería. Todo esto mientras mantenía esa elegancia natural que solo una princesa con raíces hollywoodenses puede lucir sin esfuerzo.
Una visita con sabor a arte y memoria
En esta segunda visita, Carolina de Mónaco no vino solo como princesa, sino como una figura cultural que ha apostado por el arte como puente entre mundos. Y en ese cruce entre Europa y el Caribe, entre el Mediterráneo y el Malecón, la danza volvió a ser el lenguaje común.
Su paso por Cuba deja más que una foto con flores o una cita protocolar: deja una estela de cultura, intercambio y memoria compartida. Y quién sabe… tal vez dentro de otros diez años vuelva a tocar las calles habaneras con esa misma mezcla de nostalgia y elegancia que la caracteriza.