En medio de un panorama económico bien apretado, los campesinos cubanos que cultivan carbón vegetal, miel, café y cacao ahora tienen una pequeña ventana para respirar: podrán recibir una parte de sus pagos en dólares si exportan sus productos a través de empresas estatales.
El anuncio se cocinó en el XIII Congreso de la ANAP, y aunque muchos productores lo ven como una luz al final del túnel, lo cierto es que la propuesta viene cargada de condiciones y recortes que hacen que la “ayuda” no sea tan generosa como parece.
Por ahora, 22 empresas estatales serán las encargadas de manejar los ingresos generados por estas exportaciones. El mecanismo es sencillo en el papel: se exporta el producto, la empresa retiene un buen pedazo de la ganancia, y el resto va al campesino… en una cuenta bancaria en divisas, claro.
Pero vamos a los números, que ahí es donde aprieta el zapato. En el caso del carbón vegetal, por ejemplo, el productor solo verá el 54 % de lo que se gana con la venta internacional. De ese por ciento, una parte será en moneda nacional. ¿Y el otro 46 %? Se lo embolsa la empresa estatal, incluyendo un misterioso 16 % que nadie ha explicado bien, pero que huele a impuesto o “inventadera fiscal”.
Con la miel, la promesa es pagar 650 dólares por tonelada, aunque la experiencia ha enseñado que entre lo que se dice y lo que se paga, suele haber un trecho largo. Para el arroz, cuando se incorpore a esta fórmula, el guajiro podría recibir el 55 % del precio en dólares. El resto se lo quedarán el grupo empresarial agrícola y la comercializadora, esta última justificando el 37 % que se lleva con “gastos logísticos”.
Y mientras el gobierno promete “divisas frescas” para el campo, los productores ya llevan rato gastando dólares por adelantado. Porque desde el machete hasta el tractor, todo hay que traerlo de afuera, y el acceso a divisas al cambio oficial es un sueño lejano. Los guajiros tienen que ir al mercado informal, donde el dólar está por las nubes, para comprar lo que necesitan y poder sembrar.
A eso se le suma otro problema que no da tregua: la falta de mano de obra en el campo, algo que se ha agudizado con la migración y la inflación galopante. Como resultado, producir alimentos es cada vez más caro, y el precio final al consumidor se dispara.
Por si fuera poco, el proceso de bancarización que impulsa el gobierno desde la Tarea Ordenamiento ha complicado más el juego. Muchos campesinos denuncian retrasos en los pagos, falta de liquidez en los bancos y una sensación constante de que el Estado, más que ayudar, lo que quiere es tener el control absoluto del dinero que entra.
Y como si todo esto no bastara, ahora solo podrán vender al por mayor aquellos que estén debidamente registrados, ya sea como cooperativas, unidades empresariales de base o productores individuales reconocidos por el Estado. La venta directa entre privados queda fuera de juego, obligando a todos a pasar por el filtro de los intermediarios estatales, reforzando así el monopolio del gobierno en la distribución.
En resumen, lo que podría parecer un paso hacia adelante para el campo cubano, termina siendo un avance a medias, con un reguero de trabas, impuestos disfrazados y promesas que no siempre se cumplen. Los campesinos, como siempre, siguen fajados para producir en un terreno minado de obstáculos.