En medio del apagón que ya parece permanente, con los refrigeradores vacíos y el transporte en crisis, las autoridades deportivas cubanas han decidido apostar por algo inesperado: construir un estadio de voleibol de playa en Varadero, uno de los sitios más turísticos (y mejor iluminados) de la isla.
La noticia salió publicada en el medio oficial Girón y fue confirmada durante la primera parada del Circuito Norceca de Voleibol de Playa, que este año arranca justo en Varadero. Allí, con sol y arena como telón de fondo, Mireya Luis, gloria olímpica del deporte cubano y actual vicepresidenta de la Federación de Voleibol, anunció que la obra es una “meta seria”. Dijo, además, que el proyecto cuenta con el visto bueno del gobierno local, del Ministerio de Turismo y otras instituciones aliadas.
“Tenemos pensada la obra con todos los requisitos que lleva”, afirmó la campeona, refiriéndose a la idea de sustituir las gradas desmontables actuales por una instalación fija, con todas las de la ley. El evento suele celebrarse en el hotel Barceló Solymar Arenas Blancas, pero el espacio apenas alcanza para unas pocas decenas de fanáticos, lo cual limita no solo la experiencia del público, sino también la visibilidad del torneo y la preparación de los atletas.
¿Pan para hoy, estadio para mañana?
Mireya también celebró el buen momento que vive una de las duplas cubanas, posicionada entre las diez mejores del ranking mundial. Sin embargo, reconoció que el desarrollo real del voleibol de playa necesita infraestructura, estabilidad y visión de futuro. Todo muy bonito… pero la realidad en la calle es otra.
Mientras se sueña con un estadio en la arena dorada de Varadero, el resto del país vive sumido en la incertidumbre energética, con apagones que duran hasta 14 horas, hospitales sin insumos y una inflación que no da tregua. En redes sociales, las reacciones no se hicieron esperar. Para muchos, esta decisión no es más que otro ejemplo de cómo el gobierno sigue apostando por el turismo, mientras desatiende las necesidades básicas del pueblo.
“Lo que hace falta que construyan es una termoeléctrica para Matanzas”, escribió en Facebook Odalis Altamirano. “Sigan derrochando dinero y no piensen en el cubano de a pie”, añadió con rabia contenida. Otro usuario, Greisy Rodríguez, respondió con sarcasmo: “Con lo que recauden en ese estadio van a invertir en el SEN. Vas a ver, eso ha dado tanto resultado como surtir los servicentros.”
Turismo sí, viviendas no
El contraste no podría ser más brutal. Según datos oficiales publicados por el economista cubano Pedro Monreal, en 2024 se construyeron menos viviendas que en los peores años del Período Especial, lo cual deja claro que el Estado ya no puede garantizar ni siquiera un techo para su gente. Sin embargo, el gasto en actividades relacionadas con el turismo sigue por las nubes.
Según el informe más reciente de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en 2024 se invirtieron casi 25 mil millones de CUP en servicios empresariales, inmobiliarios y de alquiler, mientras que el sector de hoteles y restaurantes absorbió otros 12 mil millones más. Todo esto suma más de 36.800 millones de pesos dirigidos a áreas turísticas, mientras que la salud pública y la asistencia social reciben migajas.
Y como si fuera poco, en el primer semestre del 2024, casi el 40% de la inversión estatal se fue para el turismo, dejando en claro que la apuesta sigue siendo atraer visitantes, aunque el cubano promedio apenas logre sobrevivir al día a día.
¿Hasta cuándo el deporte será cortina de humo?
La idea de levantar un estadio para un torneo que ocurre una vez al año, en plena crisis energética y alimentaria, es vista por muchos como otra muestra del desbalance total en las prioridades del gobierno. Un estadio no va a resolver los apagones, ni va a devolver el agua a los barrios secos, ni va a llenar las farmacias. Y menos aún va a construir casas para los miles que viven hacinados o bajo techos que se caen a pedazos.
Mientras Mireya dice que “no dejamos de soñar”, hay millones en Cuba que han dejado de dormir tranquilos porque cada noche temen que no haya luz, que se les eche a perder la comida, o que simplemente no amanezca una solución.