En Cuba ya no hay quien se asombre cuando un apagón tumba medio barrio, pero ahora la falta de corriente también le está pasando la cuenta al transporte. Y no es chisme de esquina, es una realidad que ya se deja ver en la calle: los famosos triciclos eléctricos, esos que llegaron con bombo y platillo como alternativa ecológica, están parados… porque no hay cómo cargarlos.
La noticia la soltó sin anestesia Transportación Habana TH en su página de Facebook. Según informaron, en la Agencia 14, en el municipio Playa, los apagones no han permitido ni cargar los vehículos, por lo que las rutas 9, 10, 11 y 42 andan funcionando a medias o, en algunos casos, ni eso.
“Sabemos que es una gran inconveniencia para todos”, reconocieron en la publicación, apelando a la paciencia de la gente en este momento “difícil”. Pero lo cierto es que la paciencia en Cuba hace rato que se agota.
Desde que se anunció la llegada de los triciclos eléctricos, muchos advirtieron lo obvio: si no hay electricidad, ¿de qué sirve un vehículo eléctrico? Ahora ese vaticinio está cayendo como una verdad cantada. La red eléctrica está hecha polvo, y sin corriente, no hay carga. Sin carga, no hay transporte. Y sin transporte… bueno, ya sabemos quién sufre.
Aunque la idea de los triciclos pintaba bonita —limpios, silenciosos, modernos— la realidad en la isla no perdona. No hay condiciones. El Sistema Eléctrico Nacional (SEN) sigue en terapia intensiva, con más huecos que un colador, y los apagones ya no son eventos aislados: son parte del paisaje diario.
La Unión Eléctrica ha confirmado que el déficit de generación está que arde, superando los 1,500 megavatios en las horas pico. Eso se traduce en cortes de luz que se extienden por horas, incluso días, dejando a barrios enteros a oscuras. En ese contexto, mantener una flota eléctrica funcionando se convierte en una fantasía más del catálogo oficial.
Lo triste del asunto es que la gente es la que siempre paga los platos rotos. Se quedan sin transporte, sin luz, sin respuestas. Los triciclos eléctricos, lejos de ser la salvación prometida, se han convertido en otro reflejo de un sistema que no logra sostener ni sus propias soluciones.
Mientras tanto, en las paradas, la espera se hace eterna. Y en las redes, la indignación crece. Porque al final, como diría cualquier cubano de a pie, “¿de qué me sirve un triciclo eléctrico si lo único que hay en el barrio es apagón y mosquitos?”